Mare Nostrum, Un mundo difuso para una agricultura en riesgo

Resaca electoral

Cerrado ya el escrutinio general en las Juntas Electorales, que certifican los resultados definitivos tras las reclamaciones de las fuerzas políticas al escrutinio provisional de la noche del 24-M, las distintas fuerzas políticas se centran ahora en determinar las cuotas de poder de cada una en ese reparto del botín electoral. Un escenario apasionante desde el punto de vista politológico, en el que subyace la dicotomía tan recurrente de la representatividad versus gobernabilidad. Los ciudadanos han hablado e indistintamente de las distintas interpretaciones, interesadas o no, de las diferentes fuerzas políticas, su mensaje resulta inapelable. La llamada al pacto, al encuentro, a la conciliación aún desde el antagonismo ideológico debe ser una referencia inexcusable en este nuevo escenario. Todo un reto que debe servir para normalizar un sistema democrático en un país en el que estamos siempre dispuestos a cuestionarlo todo.

Los resultados han arrojado una voladura controlada del poder institucional que el Partido Popular ostentaba a lo largo y ancho de nuestra geografía. Gobiernos municipales, provinciales y autonómicos que han saltado por los aires, manteniendo una hegemonía numérica con mayorías insuficientes para mantener muchos de esos gobiernos. Un toque de atención que ya venía precedido por los resultados en las europeas y andaluzas. Veníamos de un vuelco electoral tras las generales de 2011. Los ciudadanos de forma abrumadora entregaron su confianza al Partido Popular, la tabla salvadora de este país cada vez que naufragan las políticas de la izquierda.

Volcados en la gestión, las renuncias al programa y los sacrificios demandados a la sociedad para frenar el desastre, el Partido Popular se olvidó de la Política. Convertidos en gestores eficientes, rescatamos las administraciones, garantizamos los servicios y mantuvimos una estabilidad institucional imprescindible para consolidar la estrategia de la recuperación. Perdimos el alma, ante la frialdad de los números, pero la situación era insostenible y el bien común prevaleció sobre el interés de partido. Esa es la gran diferencia.

En esta tierra, acostumbrada a ofrendar nuevas glorias a España, el ciudadano ha seguido percibiendo que continuábamos relegados, que seguíamos aportando nuestro sacrificio para ayudar al resto a salir de una crisis que nadie quería ver, posponiendo nuestras demandas en la sala de espera del Gobierno, que incomprensiblemente rompía los lazos con un territorio que ha vuelto a demostrar que es fundamental para la recuperación de este país.

La izquierda se refugiaba en el frentismo en busca de un rearme ideológico que socavara la hegemonía popular. Una estrategia que sumada a la judicialización de la vida política perfectamente aireada por sus profetas mediáticos, ha permitido instaurar un régimen de doble moral en la sociedad española. Una doble vara de medir que hábilmente manejada por los laboratorios sociales ha permitido sembrar la sombra de la duda en la honorabilidad de todo el Partido Popular. Y ahí perdimos otra de nuestras fortalezas. Vapuleados de forma inmisericorde, no articulamos una estrategia certera para frenar un ataque demoledor que nos llovía por todas partes, lamentándonos de la falta de control de los mecanismos y resortes que de forma incomprensible dejamos de lado, pese a las continuas advertencias.

Ahora la lógica democrática nos deja como la fuerza más votada, y mientras otros reclaman que gobierne la lista más votada cuando les interesa, ahora juegan al sudoku de las alianzas sin importarles para nada la expresión popular. El  fin justifica los medios. La demagogia campa a sus anchas escenificando un particular juego de tronos que augura tardes de gloria en el patio nacional y autonómico.

Es tiempo de reaccionar, asumir nuestros errores y afrontar con toda la dignidad de ser la primera fuerza política de este país, un nuevo escenario que se plantea como una segunda vuelta para las elecciones generales de final de año. Este Partido debe afrontar la batalla ideológica que plantea el nuevo frentismo populista, desde la convicción de la validez y notoriedad de los principios y valores que sustentan nuestro ideario político. Esa mayoría silenciosa sigue ahí, no hemos sabido conectar con todos ellos y lo hemos pagado.

No podemos permitir que el trabajo, esfuerzo y sacrificio de tanta gente caiga en el saco roto del abatimiento. La resaca electoral nos deja una amarga victoria, pero nos depara un reto apasionante que debemos afrontar sin demora. La recuperación está superando la crisis. La regeneración debe llevarnos a reencontrar esa alma perdida para volver a ser el referente político de millones de personas que necesitan en esta tierra y en este país un Partido fuerte que nos ayude a consolidar el crecimiento y la prosperidad que tanto necesitamos.

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