Se pudo evitar

Vaya por delante que no creo que exista ningún mal nacido que se alegre del cierre de una fábrica de conservas, de una factoría de automóviles o de un canal de televisión, porque no es bueno para nadie que se queden personas sin trabajo.

Lo que resulta deslumbrante es que ciudadanos de un determinado partido político que hace un mes aborrecían de Canal 9, y consideraban que su mejor destino era cerrarla, ante el cumplimiento de sus deseos se hayan vuelto acérrimos defensores de lo que, hasta hace unos días, parecían odiar.

Y no llama menos la atención que,  de no haber mediado un  recurso judicial contra la despedida de los trabajadores que hacían viable la supervivencia de la empresa autonómica, la radio y televisión valenciana este lunes seguirían emitiendo. Lo que se recibió como una victoria sindical no fue otra cosa que el principio de un desastre, porque no se podía admitir a los trabajadores, o se podía admitirlos, pero no se les podría pagar.¿Qué hicieron los sindicatos y los comités de empresa? 
       

Pero la culpa no es sólo de ellos, sino de una cultura económica y laboral que considera que las empresas públicas están para perder dinero y para que los contribuyentes subvencionen las pérdidas. Y hay ocasiones que es así, por ejemplo,en transportes públicos que dejarían aislados a un importante grupo de ciudadanos si dejaran de funcionar determinadas líneas de trenes o autobuses, pero que pueden evitarse en servicios que no son fundamentales.

Para mí es fundamental el teatro, pero entiendo que en algunas provincias se lleven a cabo cierres de escenarios públicos, porque resulta ruinoso su mantenimiento, y lo mismo podríamos decir de cualquier otro servicio cultural que no sea absolutamente imprescindible. Desgraciadamente, un medio de comunicación no es imprescindible.

Lo sé yo que tengo como una media docena de amigos y compañeros que, con valía profesional incuestionable, vieron cómo cerraban sus empresas. Por desgracia, es una experiencia que sufren miles de persones en todos los sectores de la producción y los servicios. Y en este lunes, siento cierta melancolía entre el probado cinismo de unos y la incompetencia negociadora de otros que no supieron advertir algo que podría producirse y, lo que es peor, se ha producido. 

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