Silicon Valencia según Juan Roig

Es la gran apuesta personal del Presidente de Mercadona. Sin duda, toda una declaración de intenciones. A medio camino entre la intención real de impulsar el crecimiento tecnológico en España, la repercusión social y la proyección mediática, aunque no la necesita, Roig está dispuesto nada más y nada menos que a convertir las antiguas bases de la Copa América que acogió Valencia, en un clúster de innovación a la altura de los mejores del mundo. Por ello, reincido en que como iniciativa me parece excelente, ¿es qué acaso se puede decir lo contrario?, sin embargo, como dice el sabio refranero del dicho al hecho va un trecho.

Para empezar, el presidente de Mercadona no se va a librar de la burocracia, a pesar de su privilegiada posición, porque antes de llevar a cabo tan altruista proyecto hay que conseguir que el Consorcio 2007, organismo que fue creado por el Estado, la Com. Valenciana y el Ayto. de Valencia para albergar la Copa América en 2007 y 2009, desbloquee las citadas bases para que se puedan alquilar de manera convencional.

Esta circunstancia que parece sencilla, y más estando Roig de por medio, puede tener plazos de tiempo más largos de lo deseable para que la zona pueda iniciar su desarrollo. Es verdad que aquí el tiempo no juega en contra, al menos a corto plazo, y que muy posiblemente la cristalización del clúster tecnológico se convertirá en realidad, pero estando de por medio la Administración ya se sabe… porque todo puede pasar.

Superado este obstáculo, que no es baladí, el proyecto de Roig es magnífico por muchos motivos. Uno de ellos, porque la zona albergará una empresa de inversiones, Angels Capital, una escuela de negocios, Edem, y por supuesto la incubadora de empresas del grupo, Lanzadera.

Esto evidentemente es una aspecto muy positivo por su capacidad de dinamización, pero no lo es menos el hecho de que Roig también pretenda convertirse en gancho para convertir una parte de la Marina Real en un clúster de innovación tangible y con capacidad para pervivir en el tiempo.

Ojalá sea verdad, que los valencianos podamos verlo, y a lo más corto plazo posible, porque sin duda, se convertiría en un motor de innovación tecnológica, emprendimiento y por supuesto en generador de empleos.

De hecho, puede ser de los primeros proyectos empresariales a gran escala de la Comunidad Valenciana con capital privado, excluyendo a las administraciones. Es cierto que Juan Roig es de los poquísimos por estas tierras para impulsar un proyecto de estas características, pero señores, !hay que hacerlo!

Roig dijo que le gustaría impulsar esta especie de Silicon Valencia para devolverle a la sociedad lo mucho que le ha dado. Suena altruista y es realista, aunque sin su capacidad de penetrar en el mercado de la distribución alimentaria poco podría haber hecho, a pesar de sus buenas intenciones.

Pero vamos, al menos está por la labor de ayudar, que esto dicho en estos tiempos de austeridad, es mucho decir. De hecho, si más de uno y de dos por estas tierras valencianas pensara ya actuara de manera similar, y no mirando solo su ombligo empresarial y laboral, igual hasta nos iba un poco mejor.

Desde luego, este dinamizador y generador de riqueza innovadora guarda muchísimos paralelismos con lo que fue la fundación de Silicon Valley allá por el siglo XX. Porque a pesar de que el parque tecnológico consolidó su fama en la década de los 70 y 80, con la aparición de Apple o Microsofot, el clúster fue creciendo y desarrollándose durante la segunda mitad del siglo XX de una manera progresiva, pero eficiente y realista.

Es decir, al calor de la familia Stanford, que fundó la Universidad con su apellido a finales del siglo XIX, el Valle del Silicio, que ya alberga la mayor parte de la zona de S. Francisco y adyacentes fue un proyecto desarrollado entre unos muchos que tuvieron la capacidad emprendedora, pero también una importante creatividad para el desarrollo empresarial.

Porque allí se encuentran las sedes de las mayores tecnológicas del mundo, e incluso algunas tienen más de 50 años, como por ejemplo Hewlett Packard, pero ya por aquel entonces, algunos profesores universitarios vieron la capacidad de algunos alumnos para hacer realidad sus proyectos.

Y para ellos, pusieron a su disposición todos los medios, incluido bolsas de capital riesgo para convertir unas buenas ideas en grandes corporaciones, valorando el error y no penalizando los fracasos. Vamos, igual que por estos lares. Por ello, ojalá Juan Roig encuentre el camino para que dentro de unos años Valencia, la Com. Valenciana puedan decir con orgullo que hubo un dia que un empresario de éxito quiso devolverle a la sociedad una aparte de su riqueza, al estilo de la familia Stanford.

Porque la contribución al emprendimeinto no debe depender ni de nombres ni de lugares, pero sí de la energía y formacion necesarias para convertir a Valencia en una nueva Silicon Valley, por intentarlo que no quede.

José Luis Pichardo

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