Juan Vicente Pérez Aras, Diputado Nacional PP. Un Consell y una Legislatura agotados

Tiempos revueltos o revueltas fuera de tiempo

En pleno equinoccio, con los rescoldos de las fallas aún calientes, nos disponemos a afrontar un período intenso en el que la actualidad política sigue marcando el ritmo, como en una mascletá, in crescendo hasta alcanzar la traca final. La “nueva” política sigue subiendo la presión en un debate político donde la reflexión brilla por su ausencia, ante el ímpetu de los 140 caracteres. Poca moderación ante estos asaltos a los cielos. Nuevas primaveras que algunos buscan repetir en busca de su momento de gloria. Lo sorprendente es que toda esta nueva moda de lo “nuevo”, no es más que una mala copia de todo aquello que ellos mismos criticaban y buscaban cambiar. La incongruencia de la posverdad, ese nuevo paradigma descubierto por los “nuevos” de la política, que pone en evidencia el vacío intelectual que se esconde tras ella.

Lo he dicho muchas veces y me reafirmo. Son tiempos de cambios, no de revoluciones. Cambios como el que asumimos que había que acometer en toda nuestra estructura orgánica tras la prueba de fuego de unos años funestos. Cambios en los que estábamos de acuerdo, desde ese impulso a la RegenerAcción que todos abrazamos, que debía culminar en nuestros procesos congresuales. Esa era la verdadera “nueva” apuesta regeneracionista del Partido Popular. Acabar con el “quítate tú que me pongo yo”, que no representa este nuevo proyecto que estamos construyendo entre todos. Un punto y seguido para seguir avanzando, entre todos.

Dejamos de lado espacios colaborativos para recaer en la dinámica de la confrontación. No para mejorar, en un proceso de selección natural. Sino para seguir utilizando los peores resortes del pasado, para acabar con aquellos que simplemente “molestan”. Una dinámica peligrosa para quien no conoce los entresijos de la política, la “nueva” y la de siempre. Una inconsciencia propia de la ignorancia de quien ha desembarcado con el trabajo ya hecho. Una mala estrategia que solo socava los frágiles cimientos del nuevo proyecto que estamos construyendo.

Afrontamos un momento decisivo. El objetivo de 2019 está cada vez más cerca y a algunos le entran las prisas. Prisas que son malas consejeras ante la ardua tarea que tenemos por delante. Una tarea que requiere enfundarse el mono de trabajo y olvidar la comodidad de los despachos. Un trabajo, Junta Local a Junta Local, para rearmar una estructura deteriorada por la dejadez de aquellos que tenían que fortalecerla. Un trabajo de titanes, que bien merece la pena, porque este es un gran Partido. El único Partido que garantiza la estabilidad, el bienestar y la Libertad de nuestros conciudadanos.

Nuestros afiliados, desde las metrópolis urbanas hasta el último reducto rural, necesitan, exigen, que el cambio no se quede en papel mojado. Que ese regeneracionismo, que esa apertura a una mayor participación de todos, sea una realidad para fortalecer de verdad, un proyecto que merece la pena. Necesitan creer. Necesitan confiar y determinar por ellos mismos una nueva ruta que nos lleve a ganar el futuro.

La grandeza de este Partido la han labrado durante décadas, miles de hombres y mujeres anónimos que conformaron el mayor proyecto político de esta tierra. Con nuestros errores y aciertos hemos ayudado a configurar un espacio de convivencia como pocos en el mundo. Comprometidos con un proyecto común que es España. Ahora en pleno proceso congresual, vamos a elegir a nuestro noveno Presidente Regional. Presidenta, como ha quedado de manifiesto tras el 13 de marzo. Apellidos insignes la precedieron, Montesinos, Miralles, Escuin, Agramunt, Zaplana, Camps, Fabra y se volverá a repetir el de Bonig. Un proceso que dará paso a nuestro Congreso provincial, donde Vicente Betoret también buscará consolidar su Presidencia, a pesar de los idus de marzo, para entrar en la nómina de Presidentes que se inició con Ballesteros, Colomer, Despujol, Giner Miralles, García Fuster, Manglano, Gil Lázaro, Agramunt, Sanz, Tarancón, Díez, Castellano y Rus. Los dos asumieron un compromiso en el momento más difícil. Y lo han superado con nota. Sede a sede, pueblo a pueblo, se han ganado el respeto de una militancia huérfana que veía caer todos sus referentes.

Nombres, apellidos, que no hubieran sido nada sin el trabajo de miles de afiliados y simpatizantes que aportaron su callado esfuerzo y sacrificio para levantar este proyecto. Aprendamos del pasado, donde la unidad y la lealtad siempre han sido el verdadero protagonista ante efímeros cantos de sirena. Dispongámonos a remar en la misma dirección, conscientes de lo mucho que podemos ganar si no dejamos que la anécdota se convierta en lo verdaderamente importante.

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