Trámites de aduana

De sus palabras y actitudes, de su enfado mismo, me doy cuenta de lo poco que debe haber viajado el señor Picardo, ministro principal de Gibraltar. Porque da la impresión de que nunca ha ido a otra parte que a Gran Bretaña, donde entra como Pedro por su casa… o a España, cuando el PSOE no ejercía control alguno en lo que era un coladero con guardias situados para saludar amablemente.

Los diplomáticos españoles nunca han querido llamar frontera a lo que habitualmente llamamos así. Cuando los británicos tomaron posesión de la Roca y expulsaron a todos los habitantes que había en Gibraltar, se fundó el pueblo, hoy ciudad, que llamamos La Línea. Una palabra que allí se usa mucho junto con el término “La Verja”. Pero, con todo y con eso, el hecho de que Gran Bretaña no haya querido integrarse en el Tratado Schengen, que facilita precisamente el intercambio de personas entre países de la Unión Europea, determina unas consecuencias administrativas lógicas y naturales.

Gran Bretaña, que está en su derecho de hacerlo, no quiere que un español o un ecuatoriano que viven en Alfafar lleguen a Londres con toda facilidad, sino con controles. Control aduanero y control de frontera: déme el pasaporte, por favor; y dígame lo que lleva en ese bolso… Pues con los que cada mañana intentan entrar y salir de Gibraltar, sean españoles, británicos o marroquíes, igual. Una frontera es una frontera. Una lotería en la que nunca sabes con qué te puedes encontrar.

¿Nunca ha viajado Picardo a Estados Unidos? ¿Nunca ha entrado por Nueva York o Atlanta? ¿Cuánto se suele esperar en los mostradores que dan acceso a Canadá, Rusia o Marruecos? La llegada de un avión desde cualquier punto de Europa a Pekín puede convertirse en un suplicio de sellos, pasaportes, visas y formularios verdes y rosas, donde los burócratas de turno muestran sus mejores valores… Entrar en Hong-Kong desde China continental, aunque la antigua colonia británica ya está integrada en la soberanía china, supone tener que cambiar un mínimo de moneda de Hong-Kong, de forma obligatoria, y pasar unos controles de pasaporte que asombrarían al torpe señor Picardo.

Pero eso es lo que ha sido toda la vida de Dios viajar. Un azar. ¿O es que no recordamos lo que era entrar en el querido México cuando se pulsaba un botón y te abrían la maleta o no, según saliera rojo o verde?

Así pues, engorrosa, molesta, fastidiosa Verja. Separación y control, indagación y registro. Un absurdo, en efecto, tratándose de gente que hasta ahora compraba en los mismos supermercados todos los sábados; porque en el Peñón, claro está, el cementerio está junto a la terminal del aeropuerto y el centro comercial ni les cabe entero en un país que aún no depura bien sus aguas residuales. El primer absurdo es que cuando se entra en la colonia, pasados los controles, uno tiene que circular por una única calle, la avenida Churchill… ¡que cruza la pista del aeropuerto! Y que habrán de esperar, porque se echan barreras, cuando algún aparato va a despegar…

Verdaderamente, es muy fastidiosa esa arbitraria separación entre miembros del mismo género humano a causa de una rayita artificial creada en 1713. Pero también es fastidioso que en Gibraltar solo haya un 3% de paro y en La Línea sea del 40 %; o que aquí paguemos el tabaco y la ginebra tres veces más caro que allí, razón por la que el contrabando diario surte cada día hasta el 30 % de todo el consumo de cigarrillos y alcohol de toda Andalucía.

Molesta división, sí señor. Pero imprescindible, si de verdad queremos ajustar las cuentas de España. Porque no se puede permitir por más tiempo que Gibraltar sea un paraíso fiscal donde 60.000 empresas, como mínimo, coticen solo un 10 por ciento por sus beneficios. Paraíso donde no debe haber contrabando. Y donde deben terminar los chollos que los gibraltareños están disfrutando desde hace décadas, como el de la sanidad mayor, que por costumbre se les facilitaba gratis en España… hasta que el ministro Montoro ha empezado a intentar poner orden.

Pero todo esto irá saliendo a medida de que la prensa española empieza a funcionar como si de verdad se lo creyera y fuera haciendo preguntas necesarias. Por ejemplo, estas: ¿Cómo resuelve Gibraltar el problema de sus 20.000 toneladas de basura anuales? ¿Cómo le llega el agua potable, la luz eléctrica y el gas? ¿Depura Gibraltar las aguas negras? ¿Es verdad que durante un Gobierno de Zapatero se le regalaron 20.000 líneas telefónicas? Escuece, claro que sí, esperar en un control aduanero. Pero “el recreo” de viajar desde Londres a Gibraltar para operarse de cataratas gratuitamente en Algeciras… se tiene que acabar.

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