Mare Nostrum, Un mundo difuso para una agricultura en riesgo

Un guerrero en la corte de Montoro

Finalizamos el sexto mes del año y con el llegamos al ecuador de un 2014 que empieza a despejar un horizonte de esperanza y recuperación para el común de los mortales. Los datos avanzan inexorables, las previsiones siguen ajustándose al alza, las tendencias confirman los cambios positivos que la política reformista del gobierno está propiciando, pero aun así, esa lluvia fina no acaba de calar a una opinión pública que sigue vapuleada por una profunda crisis ética y moral, que desde los altares del relativismo es espoleada por un ejército mediático empeñado en seguir transmitiendo negatividad y pesimismo, generando una atmósfera propicia para germinar el populismo más rancio.

Desde nuestra tierra, seguimos librando nuestra batalla más crucial y definitiva. La captación de los recursos necesarios para reestablecer los equilibrios presupuestarios se han convertido en nuestra prioridad más absoluta. No es cuestión de empecinamiento demagógico, es cuestión de justicia y a ello se ha referido el President Fabra desde Bruselas, tras recoger el Premio a la Comunitat Valenciana como Región Emprendedora Europea (EER), todo un reconocimiento a las políticas de emprendimiento del Consell, que buscan «ofrecer a los ciudadanos y empresas el mejor entorno para la creación de nuevas empresas, apoyarles en su desarrollo y ayudarles a crecer a través de su internacionalización». Un premio que pone en valor «una región con un enorme potencial empresarial, que siempre se ha distinguido por ser una tierra de gente emprendedora y un referente en diversos sectores económicos».

Y en ese escenario, con una Comunitat que vuelve a convertirse en la locomotora del crecimiento para España, desde la lealtad, generosidad y responsabilidad que siempre nos han caracterizado, hemos vuelto a reclamar lo que nos corresponde, esa parte del “tridente valenciano” que sigue frenando nuestro potencial y capacidades y el principal responsable del déficit histórico. Así lo defendía el President en Bruselas dónde ponía el acento en la discriminación que el actual modelo provoca, con situaciones como la nuestra, donde no se llega a cubrir el 90% de los gastos en sanidad y educación, mientras otras regiones alcanzan el 120%.

Al mismo tiempo, el conseller Moragues abría otro frente reivindicativo. El Consejo de Política Fiscal y Financiera es el centro decisional donde Montoro dirige y marca las líneas de la actividad financiera de las CCAA de acuerdo con la Hacienda del Estado. El ministro otra vez volvía a “enfriar” la cuestión de la reforma del sistema de financiación, lo que provocó un duro enfrentamiento con nuestro aguerrido conseller que conseguía poner encima de la mesa nuestra “agenda” de prioridades.

El cuerpo a cuerpo vivido en el CPFF era fruto del nuevo tono del Consell tras el “efecto” Beteta a su paso por la Comunitat. El conseller planteo tres cuestiones. La primera es que la votación a favor del 1% de déficit está condicionada a la llegada de un fondo de nivelación de mil millones de euros para la Comunidad. El 1% simétrico del déficit imprescindible para sanear nuestras cuentas y corregir el desfase en la prestación de los servicios básicos cuantificado en mil millones.

La segunda es que se logró eliminar la obligatoriedad de que las Comunidades Autónomas tengan que regular un nuevo tramo del IRPF, que ha sido bajado, y por lo tanto mantendrán el que ya tienen regulado. Y la tercera, arrancar el compromiso del Gobierno de compensar el mayor gasto que supondrá para los ejecutivos autonómicos la subida del IVA sanitario.

Y junto a ellos, otras dos “personalidades” de proyección mundial certificaban esa discriminación que por aquí muchos desechan. Mehta y Plácido defendían públicamente la excelencia en la programación del Palau de les Arts, otro de nuestros emblemas culturales, como el San Pío V, el González Martí… que año tras año han sufrido esa discriminación respecto a otros espacios nacionales. Los dos grandes maestros no se explicaban cómo desde Madrid no apoyaban el esfuerzo y la apuesta de la Generalitat en este ámbito. Como muestra, la aportación del estado al Palau para 2014 asciende a 397.840 euros, frente a los 8.7 millones para el Teatro Real de Madrid o los 6.5 millones para el Liceo de Barcelona. Otra muestra más que pone en valor la justicia de nuestros planteamientos y la vehemencia de nuestra reivindicación en la corte de Montoro.

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