Entre tanto disparate, no todo podía ser malo, no. A este mapa de España, salpicado con las protestas o el silencio de quienes ejercitan el oficio de vivir con cierta resignación y tristeza, lo está conquistando la solidaridad. Y no me refiero solo a las iniciativas, aun escasas aunque parece que en ascenso, de las administraciones públicas, pues de ellas cabría esperar que alguno de sus desvíos, para variar, tomara la ruta correcta. Me refiero, más bien, a esas personas anónimas con currículum solidario que han decidido ensancharles la esperanza a los expatriados del bienestar…
Hablo de esa pequeña parroquia de un pueblo cualquiera que abre un economato con artículos a mitad de precio para atender la extraña costumbre que tienen algunos de comer, o quizá de esas pequeñas asociaciones vecinales que juntan euros para ayudar a los de su barrio, o que incluso cocinan para ellos, o para quien sea que tenga gazuza, que ya se sabe que los peroles dan mucho de sí y donde comen dos…. Y por hablar, por qué no citar también a esos dos peluqueros (quizá ya sean legión) que ofrecen sus servicios gratuitos en horario extra para que la gente se vea guapa, que no solo hay que parecer escaso de suerte, caramba… O de los pescadores que capturan a coste cero… O de los muchos sin nombre que a bajo coste solidario dejan pagados cafés a otros sin nombre.
Porque eso sí, a los ciudadanos anónimos no les cuesta mucho eso de importar iniciativas solidarias vengan de donde vengan, ya las redes sociales se encargarán de hacer el resto. Lo hemos hecho en España con la tradición napolitana del Caffè Sospeso, y parece que, en tiempos de bancos, tan preferentes todos ellos, empiezan a hacerse un hueco los Bancos de Tiempo, una especie de economía alternativa basada en el trueque de servicios y cuya única moneda de cambio es el tiempo, el de cada uno, claro está.
Resultaría muy difícil enumerar la cantidad de actuaciones solidarias que completan un mapa golpeado por una realidad tan inestable como traumática para muchos, entre otras cosas, porque los pequeños gestos no suelen ser noticia, pero bueno es saber que entre disparos y disparates dialécticos y farragosos, existen personas que hablan un lenguaje que sí entendemos todos.