Montesinos

Un no creyente en un país de procesiones

Uno es un no creyente que va a misa cuando se muere la madre de un amigo y que incluso ejerce de padrino cuando la obligación lo impone. No soy ateo, ni agnóstico, ni deísta. Simplemente no creyente en el modo más autista que se pueda plantear. Es que en estos momentos ni me interesa plantearme la cuestión. Por eso cuando llega Semana Santa los no creyentes confesos vivimos un tormento en un país que alardea de tener en cada pueblo la mejor procesión y el mayor número de fieles. ¡Menuda semana!!.

De repente, en este país, que estadísticamente tiene un no creyente por cada cinco creyente, le salen capirotes, rezos y calvaris por todos lados. Las madres cuentan a los niños la historia de la crucifixión como si fuera una película de Disney y hasta los fieles de la playa y los creyentes nocturnos del gin tónic se persignan cuando pasa un Cristo yacente. ¿Qué puede hacer un no creyente en el país de las mil procesiones? ¿Quién habló de un país constitucionalmente laico?.

Claro está que no puedes ni hablar cuando en la Nueva Jerusalen de Borriol o en el Cabanyal de Valencia compruebas que esa referencia que utilizan para una representación o una imagen no es histórica y está repleta de gazapos. O que incluso ese momento tiene origen pagano. ¡Te miran con cara de fulminarte!! Cada procesión es la mejor, la más original y la más fiel representación de la tradición religiosa. Como además ahora se ha puesto de moda de tener el sello de Patromonio de la Unesco, del ministerio o de la consellería, pues no hay que dudar de la calidad del evento. Cualquier figura de cualquier procesión merece una comparación con Salcillo.

Está claro que en la vida de un no creyente abundan más momentos de tensión que los religiosos. Uno es un no creyente de que el PPCV vaya a ganar las elecciones en la Comunidad Valenciana. Pero no es un ateo porque creo que algún político valenciano está en condiciones de ganarla. Y como racionalista tengo mil pruebas para demostrar mis no creencias en la religión y en la política. Pero este país no mamó la Ilustración y luego pasa lo que pasa.

En el Código Da Vinci Robert Langdon es un experto profesor que busca la pista de María Magdalena y que no cree, pero reconoce la importancia de la historia. ¿Qué pensaría este no creyente ante las mil procesiones españolas? ¿Pensaría que este país es muy, muy católico y se comporta como tal o pensaría que los españoles tenemos ganas de marcha en una rave en San Antonio de Benageber o en la madrugá de Sevilla? ¿Cómo digiere un no creyente un país pegado a un cirio? ¿Puede pensar, por ejemplo, en que son modificables las estructuras sociales y políticas de este país?.

Tengo un amigo aspirante a concejal que iguala la actual situación española a la que vivió la iglesia católica hace cinco siglos cuando la Reforma, Trento y demás. Lutero es Pablo Iglesias, que quiere hacer una gran reforma de un sistema podrido. Frente a la reforma aparece la contrarreforma, que son el PSOE de Pedro Sánchez y el PP de Mariano Rajoy. Y por ahí, como versos sueltos con mejor o peor fortuna, van anglicanos, evangelistas y demás como Ciudadanos, Compromís y otros. Pero visto el estruendoso religioso de la semana Santa no veo posibilidad de plantearse una reforma. ¿O también es simple postureo delante del abismo?.

Menuda semana para un no creyente. Porque si me quedo en casa en la televisión siguen con la misma programación de hace cincuenta años. Así que me he puesto a releer la carta que el Papa Francisco escribió al fundador del diario La República, Eugneio Scalfari, autoproclamado no creyente (http://www.infobae.com/2013/09/11/1508230-una-fascinante-carta-del-papa-los-no-creyentes ). Este Papa es genial hasta para los no creyentes.

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