Una cosa es predicar y otra dar trigo, allí y aquí

 

El poder transforma radicalmente. Resulta que antes de llegar a la Casa Blanca el Presidente Obama habia atacado en varias ocasiones en el Senado americano las escuchas que los Servicios de Inteligencia estadounidenses realizaban de ciudadanos del país. Del 2005 al 2008, es decir bajo la Presidencia de Bush, Obama había presentado varias iniciativas legislativas tendentes a limitar estas prácticas que iban contra la intimidad de las personas. Obama, y algún colega progresista, pedían que esto se realizara sólo con naciones y ciudadanos extranjeros.

En plena campaña electoral en el 2008, pocos meses antes de llegar a la Presidencia,  y en un momento en que se le preguntaba sobre el tema, el candidato aseguró que una vez elegido diría a su ministro de Justicia que revisase los decretos que permitían esas prácticas abusivas y «los eliminaría de un plumazo».

No ha sido así. Llegado al poder, el programa de vigilancia ha crecido, miles y miles de ciudadanos americanos, millones, ven, gracias a la sofisticación de los sistemas de escucha y lectura de internet,  sus comunicaciones supervisadas.

La razón del cambio de actitud de un político liberal, progre, es obvia. Los dirigentes estadounidenses, traumatizados por lo que ocurrió en el atentado de las Torres Gemelas, tienen pánico a que, si ocurre de nuevo algo parecido, se levanten muchos dedos acusadores que les digan: si nuestro sistema de escuchas no hubiera sido frenado, por falta de fondos o por escrúpulos estúpidos, esto no habría ocurrido. Es el argumento que utilizan los dirigentes de los servicios de inteligencia, blanden la amenaza, real o exagerada, de lo que puede ocurrir.  Cuando empezaron hace meses las protestas, no excesivas es cierto, sobre lo que había revelado el soplón Snowden, argumentaron rápidamente que con el programa de escuchas han podido abortar varios complots mortíferos contra Estados Unidos. Oyendo esto, el Presidente de turno, conservador o progre, se pliega.   El poder hace, pues, cambiar a las personas, el que veía muy sencillo corregir una situación se percata de que hay pros para hacerlo pero también contras. 

En otro orden de cosas, que aquí rozan la inmoralidad, vemos estos días en nuestro país, que una cosa es predicar y otra dar trigo. Los dirigentes de la UGT andaluza como otras organizaciones sindicales, han venido poniendo el grito en el cielo por la existencia de sobresueldos en el partido del gobierno. Aunque la practica parece estar generalizada en más de un partido y el dinero repartido no fuera público, la indignación de la UGT sureña tenía una lógica. Ahora bien, se descubre ahora que esa misma organización sindical ha estado haciendo trapacerías con dinero que recibía del contribuyente. Cantidades destinadas a paliar el paro, plaga extendida en Andalucía, o a promover la igualdad de la mujer eran utilizadas, con alteración de facturas etc…para fines propios del sindicato en cuestión. Por ejemplo para organizar manifestaciones contra el gobierno de Zapatero o de Rajoy, pagar la impresión de carteles partidistas etc…Una chapuza, sinvergonzona e hipócrita.

Algo que plantea de nuevo por qué los sindicatos son tan sustancialmente subvencionados con el dinero de usted y el mío.

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