Mare Nostrum, Un mundo difuso para una agricultura en riesgo

Una nueva etapa, desde la normalidad

Ciencia, experiencia y conciencia, hoy más que nunca viene a colación esta frase, con la que allá por los tiempos gloriosos del Imperio Español, Carlos V adoctrinaba a su heredero Felipe II. Frase que supone conocimiento, práctica y ética como la base imprescindible para el buen gobierno. El esfuerzo regeneracionista debe cobrar más brío en estos momentos de cambios cruciales y determinantes en nuestro presente y futuro más inmediato, ya sea desde la primera Institución del Reino con la abdicación de S.M. Don Juan Carlos en la figura de su hijo, el futuro Felipe VI, como en un nivel más cercano el producido en la estructura orgánica del PPCV con el relevo en la Secretaria General que asume Isabel Bonig, la Iron Lady de los populares.

En una semana decisiva, donde el fenómeno de masas del espectáculo futbolístico conseguirá aunar el espíritu nacional por unos días, espoleando a nuestros gladiadores del balón, defensores de nuestro orgullo patrio para mayor gloria de todos aquellos que resoplan ante la interpretación del Himno nacional o la exhibición de nuestra bandera, los grandes acontecimientos históricos estarán escoltados por esa suerte de fiebre patriótica que tan de tarde en tarde manifestamos la mayoría de los españoles. Aquellos que estamos asistiendo con absoluta normalidad, con plena madurez democrática a un hito histórico que debe servir de punto de inflexión para una sociedad que desde la diversidad debe seguir purgando esos males que tan bien definía Ortega.

Conocimiento, práctica y ética deben liderar la acción de aquellos que toman el relevo en estos tiempos de cambios. Preceptos que nutren la biografía de los nuevos protagonistas de nuestra Historia. Allí, en la capital del Reino, con los preparativos para la coronación constitucional de Felipe VI, el abanderado de esta España moderna y cosmopolita que estamos forjando. Y aquí en nuestra tierra, con Isabel Bonig como baluarte de los valores y principios de la mayor fuerza política de esta tierra que debe volver a ilusionar a una sociedad ávida de referentes para seguir liderando las políticas que nos lleven por la senda de la recuperación y el crecimiento.

La fortaleza de sus liderazgos va a sufrir la prueba de fuego de una sociedad que ha perdido la referencia de los valores morales, donde el relativismo ha hecho mella en nuestra cosmovisión subvirtiendo los principios fundacionales de todo orden democrático, ante el avance de la intolerancia que representa una seria amenaza a la Libertad. En 1981 Karl Popper pronunció una conferencia en la York University bajo el título de “On toleration”, en la que desarrollaba con una meridiana claridad la tensión existente entre libertad y tolerancia: “…temerosos de ser intolerantes, nos inclinamos a extender la tolerancia, como derecho, también a aquellos que son intolerantes, a aquellos que tratan de difundir ideologías intolerantes: ideologías que suponen el principio de que todo aquel que disiente de ellos tiene que ser suprimido por la fuerza…”

Aquí en nuestra tierra los líderes populares han depositado su confianza en una mujer de trayectoria intachable. Respetada por todos, Isabel Bonig asume el reto de rearmar ideológicamente a un partido que representa esa apuesta mayoritaria por la centralidad, el compromiso con las personas, la normalidad de la acción de gobierno aún a pesar de las dificultades ad intra y ad extra que estamos padeciendo, muchas de ellas por errores propios que debemos saber corregir para recobrar esa coherencia que el ciudadano exige al político, el ser consecuentes entre lo que pensamos, lo que decimos y lo que hacemos. Asumir la realpolitik desde una estrategia clara que nos permita reestablecer los vínculos con ese espíritu reformista que nuestros antecesores liberal-conservadores Cánovas, Silvela, Maura establecieron en plena efervescencia regeneradora en el cambio de siglo de una España cuyos problemas siguen repitiéndose en la actualidad. Sus valores deben contribuir para seguir educando en la sociedad cosmopolita, en ese espíritu kantiano que ensalza la grandeza del individuo convencido de que hay que ayudar moralmente a sus conciudadanos en esa tarea de educar en la universalidad para lograr esa ciudadanía cosmopolita.

Debemos perseverar estableciendo puentes con esa sociedad que ha planteado su propio escrache silencioso a toda la clase política, distanciándose peligrosamente de aquellos que deben formar parte de la solución y no del problema. Debemos asumir ese compromiso con el mundo que nos rodea, ese patriotismo constitucional que pone en valor el pensamiento orteguiano: “Yo soy yo y mis circunstancia y, si no la salvo a ella, tampoco me salvaré yo”.

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