escraches y democracia

Una reforma fiscal insuficiente

Una reforma fiscal insuficiente: la financiación autonómica pendiente y otras reflexiones.

Hace diez días se publicó en el BOE la tan esperada y cacareada reforma fiscal, Estructurada en varios textos legales (reforma del IRPF, del IVA, del Impuesto de Sociedades, de los Impuestos Espaciales y medioambientales), aun falta uno de ellos –la reforma de la Ley General Tributaria -pero conocemos su anteproyecto- pero podemos hacer ya una valoración global. Digamos que, tras un análisis apresurado pero atento, hay opinión sobre este cambio legislativo.

La reforma en sí misma no es un cambio radical, pues mantiene en lo esencial –y en parte de lo accidental- el sistema anterior. En realidad sólo cambian aspectos tributarios importantes a la hora de liquidar estos impuestos –tarifas, tipos impositivos, exenciones y bonificaciones, y algunos hechos imponibles-, pero no es la reforma tributaria radical que en muchos aspectos estaba haciendo falta en nuestro sistema fiscal, y –por ende- en nuestra economía y modelo de Estado y de Administraciones Públicas.

Y digo esto porque pienso que el principal problema que tiene el sistema fiscal español, es que no se ha asumido todavía en él el modelo territorial y la necesaria justicia en el reparto de los ingresos públicos. No es sólo que escribamos esto desde la Comunidad Valenciana –una de las más agraviada en la financiación pública-, es que en muchos de los conflictos políticos que aquejan a España y generan tensiones territoriales, subyace la pugna por el reparto de la financiación pública. Esto es tanto cómo decir el reparto por el Estado de los ingresos fiscales que se recaudan y con los que hay que hacer frente al gasto de los servicios públicos.

Una reforma fiscal realmente ambiciosa debería de haber abordado esta cuestión. No limitarse a la regulación tributaria mediante la que los ciudadanos pagamos los distintos servicios con nuestros impuestos, sino abordar, con la reestructuración del sistema, qué tributos corresponden al Estado y cuáles a las Comunidades Autónomas. La financiación autonómica es probablemente una de las mayores fuentes de conflicto en el marco del Estado y de la política española.

Y este problema sólo va a resolverse con un nuevo sistema fiscal –probablemente de tipo federal- en el que una parte de la riqueza gravada con unos tributos vaya a la Comunidad Autónoma en la que se genera y tan sólo otra parte vaya a engrosar las arcas de la Administración del Estado, para sufragar los servicios de competencia estatal y un fondo de solidaridad interterritorial compensatorio. Pero no se puede seguir con un sistema de centralización de las principales fuentes de recaudación fiscal y luego con un reparto por el Estado, objeto de discusión permanente, de tiras y aflojas, de chantajes políticos para conseguir mayorías y apoyos.

Naturalmente, este problema de la financiación autonómica –que para nuestra Comunidad Valenciana es un verdadero drama- y su solución mediante una verdadera y radical reforma del sistema fiscal, es tan sólo una parte del problema más amplio de la necesaria redefinición del modelo territorial.

En estos días pasados, al cumplirse el aniversario de nuestra vigente Constitución de 1978, se ha hablado mucho de su eventual necesidad de reforma. Algunos hemos abogado –incluso- por la conveniencia de que las próximas elecciones generales fueran constituyentes. No sólo para definir un nuevo modelo territorial de Estado y otras reformas de calado, sino también para que los ciudadanos elijamos a nuestros representantes en las siguientes elecciones generales no sólo llevados por sentimientos viscerales de castigo, repudio del sistema o del comportamiento de algunos políticos, sino siendo conscientes de que en estos tiempos de cambio absoluto nuestro voto puede significar un modelo de vida y de convivencia muy distinto.

Estamos en tiempos de crisis, no sólo la económica, sino también la social. De formas de entender la vida y los valores colectivos. No podemos seguir haciendo reformas parciales como si todo fuera a seguir igual y sólo hicieran falta retoques y actualizaciones. No hemos llegado a lo que parecía hace unos años el “fin de la Historia” (un mundo ya estructurado, en que no se producen grandes transformaciones), sino que probablemente estemos ante el nacimiento de una nueva sociedad.

La reforma fiscal, de la que hemos comenzado hablado, es sólo un paradigma de las soluciones parciales que no van a parar el cambio de sociedad que se está anunciando por todas partes del mundo. Quizás, en estos momentos tengamos que replantearnos muchas más cosas que la tarifa de un impuesto, sino el sistema global en el que se incardina. Quizás tengamos que replantearnos los valores que queremos asumir como colectividad para que informen nuestra sociedad del mañana.

Mariano Ayuso Ruiz-Toledo. Abogado. Director de Ayuso Legal

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