Valencia: fallera y ecológica

Falleros, pero ecológicos. Fascinante el carácter de los valencianos, que quemamos toneladas de cartón y millones de euros en una noche, sin derecho al reciclaje, y nos apuntamos, como el que más, a consumir productos ecológicos comprometidos con las formas de producir que respetan el equilibrio de los sistemas naturales.

Marzo será ambas cosas: Despliegue, derroche, contaminación de pólvora y agroecología, mimos a nuestro ambiente y rechazo a la química. A Biocultura se va con carrito de la compra. Y se vuelve a casa cargado de productos vivos: fresas, frambuesas,  cebolletas, lechugas de roble, acelgas rojas, remolachas, paté de aceituna, garbanzos,  judías blancas…Todo su peso en nutrientes, bajo porcentaje de agua y cero por cien pesticidas.

La alimentación te recibe nada más entrar al pabellón de la feria de muestras y es un disfrute ir encontrando panes de mil formas, enriquecidos con semillas y frutos seco,  aceites de oliva, vinos, cervezas artesanas, helados ecológicos, huevos, leche, carnes….

Este es un pequeño gran aniversario de cinco años. Valencia, escenario de polémicas entre amantes convencidos de lo bio y auténticos detractores, cumple  sus cinco primeras citas frente a los 30 que este año celebrará Biocultura en Madrid. Pero lo hace con una ciudad entregada en la que crece el consumo y la oferta ecológica.

Sin ir más lejos, en los últimos dos meses se han  inaugurado en la capital tres nuevos supermercados ecológicos: Mandala Fresh, Ecorganic y Supersano.  Y la ciudad entona  que aunque no somos ricos,  consumimos bio porque nos hace más felices elegir comida limpia y  producida en tierras saludables que comprar productos con residuos químicos que dejan contaminación on y off. Y no hablo de cultura de redes sino de salud personal y ecosistemas sostenibles.

Y Biocultura es, en reflejo de todo ello, una feria económica y emocional. De personas  que impulsan proyectos empresariales  que buscan  generar empleo y dar beneficios pero que, a su vez,  creen en la economía del bien común y en la necesidad de apearse de los actuales sistemas productivos para reajustar excesos y abusos sobre la producción de alimentos.

Este año se ha notado la ausencia de algunos de los grandes proveedores. Pero unir la presencia de doscientos expositores cuando Feria Valencia va replegando su poder de convocatoria en las que han sido siempre las ferias valencianas, es cuanto menos, un gran logro.

Si analizamos el mercado bio, durante el pasado año España aumentó en  un 7 por cien el  gasto en productos ecológicos, lo que supone unos 60 millones más de euros. Algo muy significativo si se compara con el consumo mundial que creció por debajo de esta cifra, en un 6,25 por cien. Y lo que es más importante, el 35% de los alimentos ecológicos que se consumen en Europa proceden de nuestro país.

En todo esto, ¿dónde queda situada la producción  valenciana? ¿Somos vendedores o consumidores? El 51% de la cosecha vegetal del país procede de la huerta valenciana, pero sólo un 24% de ella se cultiva en ecológico. Aún queda mucho suelo por reconvertir y muchas posibilidades de crecer. En la Comunidad existen poco más de 60.000 hectáreas de producción ecológica, frente a las más de 949.000 de Andalucía y en ellas destacan las plantas aromáticas y medicinales, la vid, los frutos secos, cereales y leguminosas y el olivo.

Un sector que, sin duda,  aún representa una magnífica oportunidad de desarrollo porque continua en ascenso, pese al contexto económico actual, y que responde también al cambio que todos estamos pidiendo. Un cambio que comienza, necesariamente,  en las decisiones individuales de compra y que va a tener más impacto que el cambio  de voto en las urnas. Valencia ya es eje de la cultura bio.

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