Verdaderamente preocupante

La alegría ante el endeudamiento está resultando proverbial en nuestro país. Una lección que aprendió, con dolor en sus propias carnes, el sector privado, reduciendo su nivel de deuda, no tanto por gusto como por necesidad y responsabilidad. Pues bien, esta lección sencilla a la vez que ejemplar, parece no haber hecho mella en el comportamiento del sector público, que sigue endeudándose y, no sólo eso sino, presumiendo de que lo hace sin inconvenientes y a un coste financiero cada vez más bajo.

Ante ello, el español de a pie, se pregunta, concernido por esta espiral de deuda: ¿hasta cuándo? ¿Dónde está el límite? porque incluyendo, junto a las Administraciones Públicas, las Empresas Públicas y la Seguridad Social, estamos en una deuda por encima del 105 % del Producto Interior Bruto, al cierre del primer trimestre de 2013.

Con estos datos, me resulta verdaderamente preocupante que como cada semana, ayer martes, una vez más, se presumió de haber colocado, a seis y doce meses, un total de 4.571 millones de euros en instrumentos financieros que, como todos, tienen un vencimiento al cual hay que devolver el principal y pagar los intereses, por bajos que estos sean.

Es más, mi preocupación se desborda cuando considero que ayer, estábamos a cinco días del plazo límite para el ingreso del IVA devengado neto del tercer trimestre del año. Es decir, estábamos en período de ingreso superior a la media de los meses ordinarios, y aún así, lanzamos títulos al mercado para cosechar el éxito de su colocación.

¿Habrá un día que en vez de colocar deuda, podamos apuntarnos el éxito de su amortización? El triunfo ante la deuda no es incrementar su volumen, sino amortizarla, liberando a la sociedad de una carga que pasa de generación en generación. No podemos hurtarnos a la consideración de que la deuda, es el resultado de una generación que ha gastado por encima de sus posibilidades, obligando a que la generación futura gaste por debajo de las suyas para saldar lo que sus antecesores dejaron pendiente.

No es justo que el derroche de hoy atenace las posibilidades de vida de la generación venidera. No olvidemos que es falsa esa hipótesis de la izquierda –quizá también de no pocos de la derecha– de que la deuda pública no es deuda de nadie; por el contrario, es deuda de todos.

 

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