Mare Nostrum, Un mundo difuso para una agricultura en riesgo

Vivir en tiempos revueltos

En su magna obra (12 volúmenes) titulada “Estudio de la Historia”, Arnold J. Toynbee nos describía que las civilizaciones son el resultado de la respuesta de un grupo humano a los desafíos que sufre, ya sean naturales o sociales. De acuerdo con esta teoría, una civilización crece y prospera cuando su respuesta a un desafío no sólo tiene éxito, sino que estimula una nueva serie de desafíos; una civilización decae como resultado de su impotencia para enfrentarse a los desafíos que se le presentan, entrando en una fase denominada por Toynbee los tiempos revueltos. Una etapa de confrontación continua, generando una gran inestabilidad en la que los habitantes de la civilización se encuentran sacudidos por guerras, revoluciones y todo tipo de desastres políticos que crean en ellos un permanente estado de ansiedad.

Un escenario que a la vista de los acontecimientos, nos sacude de forma inmisericorde. Un escenario en el que la sociedad se aleja de esa cosmópolis basada en el imperio de la razón y el Derecho que nos planteaba Kant. La labor de los laboratorios sociales de la Izquierda y sus mediáticos aliados han propiciado que ese virus letal alimentado por la demagogia y el populismo se reproduzca en un hábitat perfectamente preparado para su rápida reproducción, encontrando a unos huéspedes indefensos ante su viral ímpetu. La acuciante crisis de valores que padecemos es el mejor exponente de esa pandemia social, por encima de la económica o política, consecuencia de aquella. Pero no es por casualidad.

Hace ya un tiempo advertía del recrudecimiento de la acción “política” de la Izquierda, que veía como su hoja de ruta podía volverse en su contra al no llegar a tiempo de provocar el cambio de Gobierno y echar al PP, fruto de esa contaminación social. No es una Teoría de la Conspiración, es la secuencia lógica de su conducta.

El fatídico 11 de mayo de 2010 una llamada telefónica sacudía el establishment socialista en el complejo presidencial de Moncloa. El oráculo del progresismo galáctico, desde el otro lado del Atlántico, esperaba al auricular para hablar con el Presidente del Reino de España. La llamada de Obama a Zapatero no era una cuestión de cortesía, amén de haber compartido rezo matutino en una muestra más de esa doble moral tan progresista. El PSOE entraba en DEFCON- 1. Zapatero sabía que su gestión de cantos de sirena y de negación de la crisis había fracasado y Obama se encargaba de recordárselo.

El escenario social era inquietante, pero la izquierda en él encuentra su hábitat natural, en la gestión del conflicto. Había que poner en marcha el plan-B. La convocatoria electoral anticipada era el remedio necesario para calmar a unos mercados que ansiaban una víctima tan apetecible como España. En ese contexto, la victoria del PP se presentaba como un arma de doble filo en la estrategia planteada. Si ganaba, el estado general del país (quiebra económica y social, intervención inmediata…) haría ingobernable la situación provocando el caos en el Gobierno Popular, ante el ímpetu de una agitación social bien dirigida y entrenada.

El conflicto provocaría el desánimo en los populares y ante la presión interna y externa, se verían abocados a la convocatoria anticipada de las elecciones, como máximo en el 2013. En ese tiempo, el PSOE y sus agentes mediáticos ya habrían dado la vuelta a la percepción ciudadana, presentándose como el antídoto necesario, como la solución al conflicto, por otra parte generado por ellos mismos y sus políticas erráticas.

Pero en toda esa estratagema, perfectamente diseñada, sólo había una posibilidad de error. Que el PP recondujese la situación. Que las cifras y las tendencias económicas reaccionaran ante las medidas del nuevo Gobierno.

Que la presión interna decreciese por el efecto en una ciudadanía que empezase a notar los efectos de la recuperación. Que la presión exterior se transformara en un reconocimiento al impulso reformista de un Gobierno que había dado un vuelco a una situación angustiosa, convirtiéndose en un ejemplo a seguir.

Y en ese escenario, improbable para los científicos sociales de la Izquierda, el PP aunque notablemente tocado, podría llegar al final de la Legislatura con el consiguiente reconocimiento social, que vería como la segunda mitad del 2014 empezaba a vislumbrar un 2015 en plena recuperación y creación de empleo, presentando al PP como a un Gobierno que cumple, el gestor eficaz que ya una vez, con Aznar, nos llevó a la mayor etapa de crecimiento de nuestra historia, y ahora nos volvía a sacar del agujero.

La Izquierda está nerviosa y se nota. Demasiada precipitación que se suma a su debacle ideológica. Están dando otra vuelta de tuerca en un último intento por aumentar la virulencia contra todo lo que lleve las siglas PP. El tiempo se les acaba y su estrategia les está provocando ese temido efecto boomerang, potenciado por una fragmentación que amenaza sus intereses electorales.

El PP, tocado más por sus errores que por los aciertos de la oposición, no está hundido ni mucho menos. Los profetas mediáticos anuncian sin descanso su caída, al precio que sea. El fin justifica los medios. Pero a pesar del cocinado vapuleo demoscópico, el último ariete progresista, una llama sigue encendida en esta desconcertada sociedad. La llama de la esperanza, del sacrifico, de la superación, la responsabilidad y la esperanza de una ciudadanía silenciosa que asiste atónita a esta orquestada ceremonia de la confusión más propia de un sainete o una tragicomedia, que de una sociedad moderna y madura democráticamente. Son tiempos revueltos que entre todos tenemos que superar.

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