Ya estaba dicho

Desde luego, así son las cosas en nuestro país. Que España se había situado en la senda del despropósito macroeconómico, especialmente en política fiscal, se ha dicho por activa y por pasiva, por cauces bien diversos: desde estudiosos y pensadores a analistas de la realidad económica y, abundantemente, por los comentaristas rigurosos de los medios de comunicación, tratando de llevar a la opinión pública los fundamentos del estado de las cosas y su posible solución.

Pues miren por donde, ha tenido que ser ahora el Presidente del Banco Central Europeo, el que recuerde a nuestro gobierno que debe bajar la carga tributaria para acelerar el crecimiento económico. Es importante el mensaje del señor Draghi porque, aunque ya estaba dicho y repetido, en este país, aquejado ancestralmente de un enorme complejo de inferioridad, lo importante es que las ideas vengan desde fuera. Algo que no juega, en absoluto, con ese sentido del orgullo patrio, que lejos de enmarcarse en una idea más amplia de patriotismo, se sitúa al borde del ridículo nacional.

Por muchos esfuerzos que haga, no puedo trasportar este comportamiento a Alemania, al Reino Unido o a los Estados Unidos de América. Dirán ustedes que es natural, porque se trata de países que están a la cumbre en el saber y en la racionalidad del hacer, pero algo semejante se diría de otros, que no están en el mismo caso. Lo malo del mensaje de Draghi es que, llevado de la autoridad que le confiere el Banco Central Europeo, se ha referido a los países como el nuestro como «Países periféricos», renunciando al apelativo tradicional de «Países Mediterráneos», y esto es más grave.

Después de la Exhortación Apostólica del Papa Francisco «Evangelii gaudium», en la que se profundiza en las periferias, la referencia a España como país periférico exige una consideración. Las periferias, como bien indica el documento pontificio, no es un concepto geográfico, locativo, sino humano y social. Las periferias están formadas por personas, instituciones o países que, segregados de una vida digna, viven en la marginación y, en el límite, en la exclusión; es decir, simplemente, no existen para los demás y quizá tampoco para ellos. ¿Así estamos?

¿Por qué no ha atendido antes el Gobierno los requerimientos interiores, y habríamos evitado que nos considerasen periféricos? Incremento de las cargas fiscales e incremento de la deuda pública –aunque sea a tipos de interés más bajos– es inscribirse en el camino del desastre, y optar por la periferia.

Espero que nuestro Ministro de Hacienda no se defienda alegando que ha reducido el IVA en las obras de arte. No era ahí –aunque celebre que así haya sido– sino que se requiere una reducción impositiva de más amplio efecto tributario. Porque el déficit, señor Ministro, no sólo depende de los impuestos –ya ve que no– sino, del gasto que, si lo hace, verá que sí.

José T. Raga

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