Adiós al tranvía de Torrent

Las familias que viajaban al completo de Valencia a Torrent, para tomar luego, en la mayoría de los casos, un autobús de línea que les subía hasta la colina boscosa del Vedat, quedaron desconcertados al principio. Igual les pasó a las docenas de padres de familia que hacían el mismo trayecto al atardecer, para dormir en el chalecito y bajar de nuevo a la ciudad, de buena mañana, dejando a la familia entera entre pinos.

¿Qué hacer, qué no hacer? Aunque no lo pareciera, el cambio del tranvía al autobús, en el verano de 1963, fue muy grande, incluso traumático para muchos. El autobús era otro medio de transporte, se diría que “cerrado”. Se podía fumar igual, pero ya no estaba igual de bien visto. El autobús, además, no tenía aquellas generosas plataformas del tranvía que permitían viajar sintiendo el aire de verdad. Aunque no obligaba de modo tajante, el autobús estaba invitando a que todo el mundo viajara sentado y con mayor formalidad. Por más que hiciera el trayecto en bastante menos tiempo, viajar en autobús comportaba unas reglas que no habían tenido aquellos viajes dominicales con la fiambrera y los bártulos, como toda la vida.

Cuando los pasajeros comprobaron que no había que parar en tres o cuatro puntos concretos, como hacía el tranvía, para que los convoyes ascendente y descendente se cruzaran, empezaron a comprender que los cambios que traía la modernidad también eran positivos. Se ganaba tiempo. Sobre todo porque el autobús que se puso en servicio a cambio del tranvía, ahora hace 50 años, continuaba hasta el Vedat con los pasajeros que quisieran llegar hasta la colonia de veraneo: una anchurosa avenida había sido trazada, en línea recta, para ascender hasta la pedanía torrentina.

Desde muy antiguo, Valencia estaba comunicada con la vecina población de Torrent a través de los ferrocarriles eléctricos que unían Valencia con Vilanova de Castelló. Pero también desde muy antiguo tenía también un servicio de tranvías. Que fue de tracción animal hasta la electrificación de la red, a principios del siglo XX. En la reordenación de los transportes urbanos e interurbanos de 1925, la línea quedó reconocida entre las de carácter interurbano, junto con las de Catarroja-Silla, Manises, Burjassot-Godella y Puebla de Farnals.

La línea tuvo siempre el disco número 21. Y dos rayas verticales, de color verde, en la chapa distintiva que los vehículos motor llevaban en el frontal. Partía de las Torres de Quart, como la de Manises (línea 22) y circulaba por la calle de Quart hasta el Matadero, Cárcel Modelo, Camino de Mislata, carretera de Torrent-Xirivella hasta Alaquás y finalmente Torrent, donde los vehículos paraban un rato, daban la vuelta en una gran rotonda y emprendían el viaje de regreso. En el año 1929 todo el trayecto costaba 30 céntimos, un precio que superaba la peseta en los años sesenta.

La compañía de tranvías CFTV, que en los años cuarenta había llegado a mover en un solo año a 130 millones de viajeros, empezó a dar graves signos de agotamiento financiero en los cincuenta y en los primeros sesenta estaba deseosa de lo que ocurrió al mismo tiempo. Si el domingo, 7 de julio, dejaba de prestarse el servicio tranviario a Torrent, al día siguiente, 8 de julio, el BOE publicó una ley que permitía al Ayuntamiento de Valencia el rescate de la concesión de los transportes urbanos. El siguiente paso fue el nacimiento de una sociedad laboral para los transportes de la ciudad: la Saltuv.

Puche

Ir arriba