La falsa cercanía de Fabra, incapaz de ocultar la realidad valenciana

Es imposible pensar que el equipo de comunicación de Alberto Fabra, candidato del PPCV a la Generalitat, sea tan incompetente como para cometer el mismo error que Rajoy cometió hace cinco años. Pero lo cierto es que Fabra se ha lanzado al ruedo electoral de la precampaña con un primer vídeo de casi cinco minutos en el que mete la pata de forma exactamente igual. Un vídeo en el que tiene cabida un mensaje cercano, coloquial y perfectamente digerible por los votantes. Un vídeo en el que Fabra, aquí simplemente Alberto, muestra su lado más humano y próximo, tanto que se sube a un taxi y recorre Valencia sin abrocharse el cinturón. Normalidad que no es más que pura fachada.

El metraje arranca con Fabra desayunando en su casa. Lee la prensa con calma, un periódico cualquiera que atrae su atención hasta el punto de despistarle y hacerle mancharse la camisa. El Alberto del pueblo exclama un «¡me cago en la leche!» censurado y se cambia de ropa. Como va con prisa, se ve obligado a coger un taxi para cruzar Valencia. Es aquí donde comete la infracción tipificada como grave en el código de circulación vial de no llevar puesto el cinturón de seguridad.

¿Cuántas veces ha cogido un taxi Fabra como president de la Generalitat? Las medidas de austeridad que a finales de 2014 aplicó el Consell para recortar presupuesto y aumentar recaudación llevaron a la venta de varios vehículso oficiales, pero el tijeretazo no llegó a Presidencia. Alberto se mueve por Castellón, Valencia y Alicante en un potente Audi que incluso en ocasiones ha empleado para actos más allá de su cargo público. Que esté acreditado, entre otros, en 2012 recurrió a él para cenas privadas en Madrid con varios ministros, obligando a chófer y escolta a recorrer 700 kilómetros Valencia-Madrid-Valencia para un breve trayecto por la capital.

Con el taxista habla de paro y recuperación económica. «Yo qué voy a decir, que las cosas van mejor, pero es que objetivamente van mejor», asevera.

La réplica pesimista – la de oposición y sindicatos mayoritarios, por ejemplo – sería que eso es mentira. La réplica realista es que eso es matizable. Los últimos datos de paro de este mismo mes revelan un descenso en la desocupación valenciana del 1,5%, cifra además superior al descenso nacional. Pero también revelan que los contratos temporales han subido un 25%, que la desocupación juvenil triplica a la media europea o que la tendencia vuelve a convertir al turismo y la construcción en los principales motores. La misma tendencia de siempre. Y de aquellos barros, estos lodos.

Fabra acude a una reunión distendida de su equipo, en clave económica y empresarial. Máximo Buch, Daniel Marco… Es el único atisbo de autocrítica de la producción audiovisual. Pequeños coletazos de expectativas de mejora y rectificación. Leves, como mejorar la burocracia entre consellerias, pero que incluyen «el sentir del pueblo».

En la Plaza del Patriarca se reúne con una actriz. Interpreta el papel de Encarna, ciudadana de Barcelona a la que le encantan los ojos azules de Alberto. En el vídeo no hay espacio para la lengua valenciana, ni una palabra, pero sí para el catalán que habla la actriz. En el vídeo de campaña del PP valenciano, los elogios vienen desde Cataluña.

La actriz que interpreta a Encarna ha tenido muchas más facilidades para reunirse con él que muchos colectivos valencianos. Asociaciones de agricultores, las víctimas del accidente de metro y muchos otros han visto pasar la legislatura sin gozar de la oportunidad de trasladar sus inquietudes a su President. Ha sido la versión valenciana del plasma de Rajoy, la forma de hacer oídos sordos a la crítica o las posturas contrarias.

A continuación, Fabra pisa la arena. Con el Mediterráneo en el horizonte, toma contacto con el mar y sus gentes. Se cruza con un pescador que ha tenido una mala jornada, y decide consolarlo con un mensaje metafórico sobre los peces y la pesca, sobre el esfuerzo, la perseverancia y la paciencia.

El pescador asiste extasiado a la «buena retórica» de Fabra, pero no sabe que va a librarse por los pelos de un mal mayor. Porque desconocer la norma no exime de cumplirla. Y el pescador, a primera hora de la mañana, está incumpliendo la ley que prohíbe sacudir con la caña el mar a esas horas. Fabra se lo hace saber, en tono jocoso, y le da una palmada en la espalda entre risas.

¿Es ésa la famosa línea roja del nuevo PP contra la corrupción? La palmada en la espalda entre risas recuerda a tiempos pasados no tan lejanos, en los que pescar peces en el mar de la Comunitat a horas prohibidas era la norma y no la excepción. La sombra de los peces de Gürtel, Blasco, Cotino, ‘La Perla’ o Valmor ha sido muy alargada durante la legislatura del President. Las listas electorales del PPCV para las inminentes autonómicas se han sacudido a los imputados, pero queda por ver si Fabra, en caso de ocupar de nuevo el Palau de la Generalitat, sería capaz de mantener un equipo de gobierno regenerado en el que «corrupción» no sea Trending Topic.

La falsa cotidianidad de Fabra alcanza su cenit a la hora de la comida. A su escolta le pilla despistado, porque una mujer «que pasaba por ahí» coge una silla y se sienta a su mesa. Una oportunidad inmejorable para hablar de sus ambiciones políticas y su paso por el Ayuntamiento.

Y aquí el discurso narrativo cambia radicalmente. Fabra rompe la cuarta pared y entona su speach directamente hacia el público. Hacia nosotros, que según él mismo «no somos votos, sino personas». Toda una declaración de intenciones que cabe suponer se traducirá en un mensaje veraz y realista de cara a las elecciones del próximo 24 de mayo. ¿Será así?

El vídeo de campaña de Fabra se entiende como una tranquila interpretación, una puesta en escena con actores y actrices que representan el sentir del Pueblo valenciano. El sentir que el PPCV interpreta y cree, porque lo que el ciudadano de a pie percibe, sufre y padece dista mucho del famoso vídeo. Y al final, resulta que la infracción de tráfico no es el mayor problema.

Pero sí, Fabra no llevaba el cinturón puesto. El mismo error a Rajoy le valió en 2010 para ganar las elecciones con mayoría absoluta. En el imaginario queda ahora la incógnita de si el Molt Honorable bajará realmente al barro y abonará los 200 euros de multa que la DGT establece como sanción por circular en un vehículo a motor sin el cinturón de seguridad abrochado. Eso sí sería realmente cumplir «como todo hijo de vecino»

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