Dejad que se acerquen a mí

Dejad que se acerquen a mí. Éste es el pensamiento de un nacionalismo centralista que está al acecho del más mínimo desliz en la política de pactos actual.

A saber. Una Generalitat de pantomima y un Consell propios de un teatro de marionetas. Este es el resumen que podemos extraer de la legislatura que abandonamos. ¿A caso alguna gran decisión se ha tomado desde el Palau de Benicarló? Siendo más claros. ¿Alberto Fabra ha ejercido alguna vez con autonomía plena desde que llegó a Molt Honorable? Ni la máxima institución de poder de los valencianos fue la que lo eligió como President de la Generalitat -y luego fue Génova quien refrendó, no-. Primero Génova decidió el futuro de los valencianos y luego el rodillo popular en las Corts ratificaron su encargo.

Todavía noqueados tras el descalabro electoral del pasado 24M los populares mantienen la esperanza borbónica de que todo pase por Madrid. No entienden, no comprenden, se tiran de los pelos que pueda existir algo más allá que escape a su control.

Los socialistas, aunque llevan un calendario de vacunación más moderno, caminan muy paralelos a la cartilla popular. Caminan y trabajan más inmunes. Todo ello les permite que, por mucho que muten las cepas, seguir con su hoja de ruta.

El nacionalismo español, fundamento de su ser y origen de sus programas y actuaciones, con más o menos radicalismo, oportunismo… es la base común de ambas formaciones. En estos momentos, aunque presente en algunos de los pactos que se están produciendo estos días y aquellos que vendrán, el centralismo está al acecho del más mínimo error que pueda desestabilizarlo. Aunque mancado por el electorado, el vegetativo espera latente que ‘se acerquen a él’.

No hace mucho ya lo oímos de boca de Rajoy y Rubalcaba. Ante el escenario que vislumbraban no desmerecían un pacto a la alemana, un pacto de Estado. No tardarían sus acólitos regionales en transmitir el mensaje a las comunidades que podrían quedar ‘ingobernables’ o sin una estabilidad política.

En octubre pasado, Fabra tranquilizó a los empresarios de AVE con un pacto con el PSOE si la voluntad política de los valencianos aparejara una inestabilidad económica y social. Al poco de ser elegido secretario general de los socialistas valencianos, Ximo Puig, hizo unas declaraciones idénticas en Madrid. O al revés -Puig habló antes que Fabra-.

Rita Barberá, la noche electoral, antes de comulgar, alentaba a un pacto de estado ante posibles pactos de partidos radicales. La testosterona aludida por Oltra en la entrevista de TV3 empieza a causar mella en las negociaciones del tripartito. La tensa cuerda de Mònica aviva el fuego de los perdedores y pone en compromiso a Ximo Puig, quien de su boca ya han salido misivas antinacionalistas. El mismo Ximo Puig que rompe negociaciones con Compromís. Unas palabras que Carolina Punset ha recogido en plato de oro para ofrecerse de ayuda al PPCV y PSPV para que no gobierne -al fin y al cabo- el nacionalismo que no practican.

PP, PSOE, C’s y similares esperan desde la barrera. La opotunidad multicolor en los diferentes parlamentos que existe en la actualidad o demuestra la capacidad de gobinerno y estabilidad de las diferentes formaciones o arrojará a los nacionalismos y regionalismos periféricos, sobretodo a los más débiles, a la boca del centralismo. Los rifirafes, los pactos antinatura, las alianzas extremas, las adoraciones al becerro de Oro y los reiterados coqueteos con el ángel caído, no hacen si no volver a la vida al vegetativo, quien desde camilla lo dice bien claro: dejad que se acerquen a mí.

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