EDITORIAL. Incendios forestales o la necesidad de un gran pacto parlamentario

Con lo apretado de los números, resulta difícil a día de hoy pronosticar si habrá o no cambio de color en el Consell. Si será monocolor, a dos, a tres o a cuatro si finalmente EUPV consigue colarse en las Corts. Pero lo que sí podemos afirmar es que el valenciano será un parlamento muy renovado. Con seguras ausencias personales y también con grupos parlamentarios hasta el momento inexistentes: Ciudadanos y Podemos seguro, y ya veremos si la formación magenta de Alicia Andujar consigue contradecir todas las encuestas y augurios.

Pues bien, habida cuenta que este cambio se producirá sí o sí, desde esta cabecera lanzamos una cridà, un llamamiento desesperado, urgente y básico: el Pueblo valenciano necesita un gran pacto contra los incendios que devastan cíclicamente nuestro territorio. Y esta vez no pueden, ni deben, valer las mayorías absolutas. Si se suele decir que la sanidad y la educación son materias que deben ir acompañadas de un amplio consenso, para el medio ambiente, para el nuestro, pedimos -exigimos- un acuerdo total de todas las fuerzas presentes en el nuevo hemiciclo que emerja la noche del 24M. Los pasos a seguir están bien claros: creación de una comisión parlamentaria formada por todos los grupos y cuantos expertos en la materia sean necesarios. A partir de ahí, una ley aprobada por todos y con la suficiente dotación presupuestaria para que sea eficaz. Seamos el Pueblo que mayores y mejores medios para este fin tenga del Mediterráneo, como Israel es el país con la tecnología más puntera en desalación de agua. Balizas, vigías, detectores en red, drones, mayor dotación humana y cuantas medidas vayan destinadas a hacer imposible que los conatos, no pasen de eso, conatos en poco tiempo sofocados. Debemos recordar que la tierra milenaria que pisamos los valencianos, no nos pertenece, solo estamos de paso y a la vez es la herencia que dejaremos a nuestros hijos. Y si esto no es suficiente, recordemos que el turismo supone para nuestras arcas tal entrada de ingresos económicos directos e indirectos, que el nivel de protección debe estar a la altura de nuestras tan traídas –y en muchas ocasiones en vano- señas de identidad.

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