EDITORIAL. El 15M marchita la primavera valenciana

Estamos vendidos. Sí, totalmente. Recuerden esta locución latina: homo homini lupus. Nuestra necesidad intrínseca de tenerlo todo bajo control y darle una explicación nos lleva a ser tan fuertes como débiles. La antropología unida a la sociología y psicología son los ingredientes radicales para que cualquier persona con inquietudes políticas que sin prisas, mimo, calma e interés deje en evidencia al más prestigioso en haute couisin. Aquéllos que por alineación planetaria se les aplaudió en su momento, les llegará su San Martín. Los que, por contra, invirtieron tiempo para perfeccionar sus platos con el objetivo de sacar rédito, hoy en día puede que estén presenciando sus minutos de gloria.

¿Se han detenido un efímero instante a pensar si nuestro presente es fruto de la casualidad? Blanco y en botella: ¿hace cuatro años hubieran imaginado que la decisión de 40 ciudadanos anónimos de acampar en la Puerta del Sol de Madrid fue el origen? Sí.

Fue un 15 de mayo de 2011. Medio centenar de ‘indignados’, nada preocupante para ‘el sistema’: cuando se cansen, ya se irán. No fue así. Aquellos ‘locos’ que se pensaban que podían cambiar las cosas, pacífica y espontáneamente, en márgenes de tiempo que los ‘cuerdos’ nunca imaginaron, tuvieron el apoyo de miles de anónimos más. Un escenario perfecto para que un grupo de aficionados a la cocina capitaneara aquel movimiento social con el objetivo de vivir de su hobbie.

Las imágenes de cargas policiales contra la gente pasiva libros en mano dieron la vuelta al mundo. La reacción de la población ante aquel atropello a la libertad de expresión fue ipsofacta. El 15M español fue bautizado internacionalmente como Primavera Valenciana. Y nuestros cocineros le pusieron más ingredientes. La clase política valenciana pasó del aperitivo al postre. Cada cual compitió con su particular macedonea.

El tiempo pone a todos en su lugar. El concurso de macedonea lo ganó Compromís, sin duda. Aportó una mezcla novedosa, atractiva, desconocida para muchos comensales, una mezcla rara pero que rápidamente embutieron ante las prisas del horario marcado por el bals. La gente se extrañó porque un exPresident dijo que en Valéncia la fiesta no terminaba. Recuerden que alguien vino de Madrid y sentenció que la hora estaba marcada desde la meseta.

Aunque dicen que el hombre es el único animal que tropieza dos -tres, cuatro…- veces con la misma piedra, también es cierto que por sus hechos se recuerda a la gente. Aquel aceite de ricino con el aliñaron la macedonea porque no tuvieron bastantes naranjas que exprimir en mayo no se olvida. A otros la combinación de sabores les hizo volver dos décadas después y seguro que repiten menú.

En aquel concurso express no se presentaron ante la precaución de no dar con una buena fórmula, intentar testarla y asegurarse excedentes de producción Podemos ni Ciudadanos. Es más, la formación liderada por Pablo Iglesias, uno de los amateurs de la cocina prefirió esperar, recabar fondos para asegurarse una buena campaña de imagen que al mismo tiempo cimentara la estructura radical y posibilitara los víveres necesarios para un crucero que no concluiría con un simple postre. Podemos prepararía todo un menú en el que todos sus platos destacarían por tener como base jugo de uva y sus comensales degustarían de ellos rodeados de una decoración elegida por asamblea -pero obligados a usar el color tinto- ambientados, cuatro años después, con las melodías de cuatro años atrás. Es evidente que la letra sobra: distorsionaría el diálogo entre los invitados. No es nuestra intención poner en cuestión esta obviedad.

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