El «Cuento de la Lechera» del nuevo Mestalla

Los periódicos de ese día explicaban que el espacio a urbanizar entre  Nuevo Centro y el palacio de Congresos comprendía 743.000 metros cuadrados, de los que 171.000 se reservaron a la construcción de unas cuatro mil nuevas viviendas. El resto de la superficie se distribuiría así: 300.000 estarían ocupados por viales, 95.200 por zonas deportivas, 88.000 más por zonas verdes y más de 60.000 estarían dedicados a dotaciones varias, entre ellas las educativas.

Esos nuevos horizontes movieron el deseo del Valencia CF de trasladar su sede, en el curso de una compleja pero en teoría provechosa operación urbanística. Es así como, en julio de 2004, cuando gran parte de esa nueva ciudad ya estaba construida, el Valencia hizo oficial su proyecto. En los primeros días de 2005, Ayuntamiento y club de futbol confirmaron el acuerdo para recalificar el suelo del viejo Mestalla; y los terrenos, en la avenida de las Cortes Valencianas donde el estadio debería construirse.

El 9 de enero de 2005, la periodista Carolina Fernández escribía en “Las Provincias” que “el entorno del nuevo Mestalla se revaloriza y la hanegada de huerta se paga a 361.445 euros” porque “la construcción del nuevo campo de Mestalla ha despertado el interés de arquitectos, constructores y promotores”. Tanto que, en la zona, “los propietarios de los terrenos disponibles no cesan de recibir ofertas millonarias”.

El reportaje de la periodista es esclarecedor para entender lo que fue en su momento la famosa “burbuja”. “Hace apenas unos días—escribe Carolina– en Campanar se vendía una hanegada por 361.445 euros, 60 millones de las antiguas pesetas, y los vecinos aseguran que el interés de arquitectos, promotores y urbanistas va en aumento”. Para reforzar su afirmación, citaba a Eduard Pérez, presidente de la Asociación de Vecinos de Campanar: “Este barrio ya era uno de los que más estaba creciendo en el precio de la vivienda y ahora estamos convencidos de que aumentará más”, dijo.

Carolina Fernández aportó nuevos datos al cuadro: “Los agricultores y propietarios de los terrenos de esta parte de la ciudad han comprobado que pueden sacar muy buena rentabilidad porque han notado que la construcción del campo de fútbol ha despertado el interés de los constructores que buscan el negocio fácil en la avenida de las Cortes Valencianas”, escribió. El nuevo escenario urbano, sin embargo, no dejaba de inquietar a algunos: “Estamos convencidos de que se producirán atascos de tráfico cada día que se celebre un partido de fútbol”, señaló uno de los vecinos de la zona. Pero por fortuna el arquitecto Alberto Peñín era tranquilizador: “Nosotros entregamos un completo proyecto del estadio. No solo de las instalaciones sino del entorno y de las posibilidades de comunicación del estadio con el resto de la ciudad”, dijo para calmar a quienes temían los atascos.

Así las cosas, la principal inquietud que se divisaba por esos días felices era la pervivencia de una chimenea, recuerdo de una antigua fábrica que en su día se levantó en el solar destinado al futuro estadio. “Esta estructura tiene un nivel de protección por tratarse de un elemento patrimonial”, decía el diligente presidente vecinal, historiador de profesión. “Esta chimenea es parte de la historia de la ciudad y como tal debe quedar como estaba para evitar que se destruya en cuanto se construya el estadio”.

Ninguna otra inquietud  empañaba el horizonte. Nadie de cuantos vieron desplegarse el Cuento de la Lechera de Mestalla preguntó si el Valencia CF podría pagar el estadio y concluir sus obras. Nadie cuestionó si habría mercado para vender los solares del viejo Mestalla. “Una de las cuestiones que todavía no se ha decidido es cómo se llamará el nuevo estadio”, escribió la periodista a la hora de trasladar la única preocupación que flotaba en el ambiente. Pero el presidente de los vecinos de Campanar, como historiador, le resolvió la incógnita: como por debajo del solar pasa la acequia de Mestalla, “no hace falta que piensen un nuevo nombre; porque precisamente este es el mejor”. Pues encantados de conocernos…

PUCHE

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