El descuido de la naturalidad

Las dos noticias de la pasada semana, la suspensión de la sesión del Tribunal de las Aguas, o el cierre de los museos en lunes, dan un generoso pie para esa reflexión.

La tradición, en nuestra sociedad, se fundaba en la idea de que el turista “viene a vernos”. No hay que molestarle, pero tampoco hay que molestarse demasiado por ellos. Que pasen y miren. Y si algo no entienden, pues mira, mala suerte. Eso está en contradicción con las advertencias de muchísimos pioneros del turismo valenciano que durante la primera mitad del siglo XX insistían en los valores de nuestra ciudad y sobre todo de los parajes de la Albufera, el Saler y la Dehesa para atraer viajeros. En la Exposición Regional de 1909 esa idea turística empezó a abrir senda; y aunque cuajó en la institución Fomento del Turismo no hizo variar la corriente general del despreocupado “que pasen y miren”… Que viene a ser, qué interesante, uno de los encantos de nuestra ciudad.

¿Qué preferimos en unos grandes almacenes: que nos atosiguen o que nos dejen deambular curioseando? Yo creo que al turista le ocurre algo parecido: quiere sentirse libre, que no se fije nadie en él… pero que, llegado el momento, haya alguien que le diga que lo mejor para ir al IVAM es tomar el autobús 5. El modelo ideal, al menos para mí, consiste en que la ciudad vaya a lo suyo, espontáneamente, pero que al mismo tiempo se haga entender –se explique a través de información adecuada—y esté atenta a lo que pueda necesitar como viajero.

Valencia es “tan natural”, que resulta a veces muy descuidada. Si el Tribunal de las Aguas tiene que cerrar, pues cierra. En cuanto a los museos… el asunto es que abrir un lunes cuesta un dineral en personal y seguridad y seguimos, en la práctica, cobrando cantidades irrisorias a los visitantes, algo que no ocurre en otros lugares del mundo donde los 10, 12, 15 dólares o euros son tarifa habitual. Valencia, que va todos los días a la suya, está viendo pasar, en efecto, riadas crecientes de turistas por sus calles: pero a nadie se le ocurre pensar que las postales que vendemos se siguen haciendo en editoriales de Barcelona o Zaragoza. ¿Saldrá algún día un emprendedor de estos de la última hornada, que “invente” postales de la ciudad hechas en la ciudad?

En las calles de Boston hay un tipo vestido de Benjamín Franklin que explica el proceso de independencia de la nación. Es un éxito. Pero también en Valencia hay grupos privados teatrales que explican a los turistas la historia de la ciudad. Volviendo a esa “profesionalización” de la oferta turística a la que alude Enrique Boix, sabemos dónde existe y nos es posible juzgarla.

Hay tipos vestidos de romano frente al Coliseo para que el turista hortera se haga fotos junto a ellos; con todo, la novedad de este año, con la que el Ayuntamiento de Roma ha acertado de pleno, ha consistido en alejar la circulación del viejo circo y dejar un gran espacio peatonal. En esa línea, Valencia, muy pronto, seguramente esta misma temporada, habrá de plantearse el debate de dónde ubicar los doce, veinte, treinta autobuses que genera un crucero de golpe. Y solventar un serio problema: que los cruceristas, movilizados en el barco con la “diana cuartelera” de las ocho, han hecho largas colas antes de subir al autobús y cuando llegan sobre las 10 de la mañana al centro de la ciudad, en lo único que están pensado… es en orinar.

Esos problemas prácticos determinar la reciente reforma de la Lonja donde falta, sin embargo, más información que explique que ahora se entra “justo por detrás” del edificio. Y esos problemas prácticos, desde mi punto de vista, los puede acometer mucho mejor un modelo de gestión profesional privada, que es lo que todavía no se está implantando en Valencia. El Ayuntamiento, la Generalitat, las diputaciones, todos deberían ir pensando en abrir la mano para que la Ciudad de las Ciencias, la Lonja, el Museo de Cerámica, el MuVim, puedan desarrollar programas distintos en el desarrollo turístico liderados por profesionales serios y cultos… pero libres de las trabas burocráticas de toda la vida.

Ir arriba