La Alameda, secadero de arroz

 

La gota fría de 1963 se hizo dueña de la provincia entera de Valencia el domingo, 15 de septiembre. Docenas de pueblos de la Ribera y de l’Horta sufrieron las consecuencias: caminos anegados e intransitables, calles embarradas, cosechas perdidas… En la ciudad de Valencia, las calles del Marítimo, como de costumbre, se inundaron de inmediato: en la zona, que tiene puntos con el nivel por debajo de la superficie del mar, se demostraba una vez más que en aquella parte de Valencia no había un alcantarillado en condiciones, preparado para evacuar en pocos minutos un caudal de agua notable.

Pero lo más llamativo, incluso lo más divertido, fue la inundación del túnel de las Grandes Vías, donde las aguas acumuladas llegaron a medir 2’25 metros y los bomberos tuvieron que rescatar a un taxista que había quedado atrapado con su coche. El túnel, que había dado mucha guerra, que hasta había salido en las fallas, eternamente encharcado y poblado de “granotes”, se había podido inaugurar a finales de 1962. Pero las primeras lluvias del otoño demostraron que necesitaba una estación de bombeo que funcionara… incluso cuando la ciudad se quedaba sin luz.

Con todo, las intensas lluvias dejaron sus peores daños en la Ribera Baixa, en las inmediaciones de la Albufera, donde la cosecha del arroz había concluido por aquellos días y en su mayor parte estaba empapada. El asunto era de contar las horas, incluso los minutos: la infraestructura de toda la comarca no disponía de secaderos artificiales suficientes para una operación que se seguía confiando a los métodos tradicionales de oreo y secado al sol. De modo que muy pronto se vio que Sueca, la Ribera antera necesitaba con urgencia poder extender en el suelo, en cuanto asomara el sol, millones y millones de kilos de arroz en cáscara, una operación para que le que se necesitaba mucha mano de obra habilidosa y miles y miles de metros cuadrados de superficie disponibles.

La Federación Sindical de Agricultores Arroceros dio la alarma general. Se necesitaban grandes secaderos para el arroz. De repente, nunca se ha sabido quien,  a alguien se le ocurrió una idea en principio tan peregrina como traer el arroz a la ciudad de Valencia y extenderlo en dos grandes superficies urbanas, el Paseo al Mar (hoy llamada avenida de Blasco Ibáñez) y la Alameda.

El alcalde, Adolfo Rincón de Arellano, quedó sorprendido: parecía una petición cómica pero era el elemento crucial para evitar una tragedia. Así es que habló con los responsables de la Federación y, en pocas horas, la ciudad de Valencia lo tuvo todo dispuesto. Las dos vías se cortaron a la circulación, sin demasiados por problemas. Y la Alameda, que por aquellos años se usaba para instalar la Feria de Navidad, la Feria Muestrario y la de Julio, con su pabellón típico de tres cúpulas, fue habilitada con rapidez como secadero.

Entre los días 18 y 20 de septiembre de 1963, la Alameda fue un espectáculo: docenas de hombres y mujeres de Sueca hicieron lo que se hacía en las eras y superficies lisas de su ciudad, ocupadas también, si tenían condiciones tras la intensa lluvia, para secar de golpe la cosecha entera de todo el término.

Fue un espectáculo insólito basado en la solidaridad entre la ciudad de Valencia y los municipios ribereños a su gran lago. Que nos ha dejado algunas estampas curiosas como la de las herramientas de volteo movidas por un 600 a falta de las tradicionales caballerías. De todos modos hay que señalar que en la década de los sesenta se produjo, en el mundo del arroz, una total reconversión y mecanización de sistemas: la siega a mano fue sustituida por la mecanizada en muy pocos años y el secado industrial se introdujo con éxito en los sesenta. 

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