La ONG valenciana Abay crea aulas infantiles en Etiopía

 

Las «Aulas Canguro» son la respuesta que ha dado la ONG Abay, nacida en Valencia, a las necesidades educativas y asistenciales que tienen los niños de entre 3 y 6 años en Etiopía, quienes en estos centros reciben además de formación, alimentación e incluso hábitos de higiene diarios.

Esta ONG, creada de la inquietud de un grupo de padres de niños etíopes adoptados, abrió la primera de sus tres aulas en la localidad de Walmara (a 67 kilómetros de la capital) en diciembre del año pasado, mientras que la otras dos se abrirán a lo largo de este verano y permitirán atender a un total de 75 alumnos.

El objetivo es, además de atender a quienes aun no tiene edad para entrar en el sistema educativo etíope que se inicia a los 7 años, liberar a sus hermanos mayores, muchos de ellos en edad escolar y que deben abandonan la escuela para cuidar a los pequeños, según han explicado a EFE desde la ONG.

Estos centros también contribuyen a mejorar el entorno familiar de los niños, y es que en las tres aulas canguro que tras el verano tendrá Abay trabajarán un total siete profesoras, seleccionadas entre «las jóvenes más resueltas de la zona», a las que se forma para hacerse cargo de esta especie de «guarderías».

Entre ellas se encuentra Kasho, una joven de 28 años que desde pequeña había tenido claro que quería ser profesora y que con este empleo, en el que se encarga de cuidar los niños que acuden cada día a la escuela, ve su sueño convertido en realidad.

«En estos ocho meses los resultados están siendo espectaculares», relata a EFE la coordinadora de este proyecto, Helena González, quien ha destacado los progresos de los 21 niños que han iniciado el proyecto y también de su entorno familiar, cada vez más concienciado con su educación y su higiene.

Este es el caso de Gorke, una niña de cinco años encargada hasta ahora del cuidado de su hermano, Melaku, de tan solo unos meses, al que llevaba siempre colgado a la espalda cuando iba a coger agua al pozo o mientras realizaba alguna de las tareas del hogar para ayudar a su madre.

Gorke fue seleccionada para participar en la primera de las aulas canguro, y su madre, Abarash, encontró trabajo como nueva cocinera del centro. La programación de las clases ha sido realizada por profesionales de la enseñanza infantil e incluye diversas actividades como iniciación a la escritura, el inglés, la pintura o la música.

Además, los pequeños reciben en esta escuela un desayuno y una comida nutritiva todos los días, con el fin de prevenir su malnutrición, y mejorar su salud y su desarrollo. Según las mismas fuentes, los niños que acuden a estos centros proceden de las familias más desfavorecidas, y algunas de ellas forman parte también de un programa de apadrinamiento por el que reciben ayudas para salir adelante y permitir que los pequeños continúen sus estudios.

Junto a la aulas canguro, existe un aula puente, destinada a niños de seis años que están a punto de entrar en el sistema educativo, así como un aula saludable, a la que pueden asistir de forma temporal aquellos menores que están en proceso de recuperación de un tratamiento médico por una patología menor.

Helena González se muestra encantada con la buena aceptación que ha tenido la iniciativa en Walmara, donde, según afirma, los padres están emocionados de ver la evolución de sus hijos y no ha habido ningún problema de asistencia a las aulas.

Lo único que costó un poco más, señala a EFE casi como anécdota, fue que las familias entendieran la importancia de que los niños vinieran suficientemente aseados a clase, pero a su juicio, se trata de algo cultural, a lo que se une las dificultades económicas que tienen.

Sin embargo, ha señalado que tras las campañas de concienciación hechas, esto «ha ido mejorando bastante». «Se les han proporcionado barreños y kits de aseo y a raíz de eso, los niños vienen aseados», afirma González.

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