Ofertas de barrio en barrio

 

Un día más, cerca de 8:30 de la mañana, las calles del mercado municipal de Castilla se llenan de vendedores ambulantes que comienzan a montar sus ‘tenderetes’ y apenas una hora más tarde se llenan del bullicio de gente que busca gangas y de los vendedores que ‘cantan’ sus productos.

Se puede encontrar de todo, desde calzado y ropa de verano, hasta gafas de sol, menaje de hogar, telas de confección y plantas de todo tipo. El calor de estos días de verano no parece molestar a los valencianos que se acercan a comprar, pero lo cierto es que la gente que lleva en el negocio varios años nota la disminución de clientes y el cambio que se ha experimentado.

Algo que comparten todos los vendedores es que la crisis les está afectando en grado sumo “se nota más que nunca” cuenta Mónica Ortubia, responsable de un tenderete de pantalones vaqueros “viene público pero la venta es peor”. “Esta crisis es alucinante. Han bajado las ventas más de un 50%” se lamenta José Enrique Aguilera desde su puesto de venta de gafas de sol.

El secretario de la Agrupación Independiente de Vendedores Autónomos de la Comunidad Valenciana Jorge Juan García Romero corrobora este dato de pérdida de más de la mitad de las ventas “y no sólo entre los miembros de la Asociación, sino en todos los mercados en general”.

Con los cambios en la Directiva Europea, conocida como Directiva Bolkestein – que pretendía acabar con la renovación indefinida de las licencias – los comerciantes se han unido mucho más para tener una voz más firme frente a las instituciones “cada vez tenemos más afiliados y trabajamos mucho tanto en capital como en los municipios para conseguir que se establezcan los derechos que hemos conseguido”.

 

Afectados por la crisis

El nuevo tipo de clientela que se acerca a estos mercadillos está formado por gente extranjera, generalmente de dos tipos: turistas europeos que vienen de vacaciones a Valencia y son atraídos por los bajos precios y el ‘colorido’ de estos mercados; y los ciudadanos latinoamericanos, de Europa del Este y Marruecos, que acuden en busca de las gangas.

Estos vendedores a pesar de los problemas no pierden la sonrisa, pero nos cuentan que sus problemas son varios: la nueva legislación de libre apertura en los Centros Comerciales afecta mucho a las ventas, sobre todo los lunes. “Hace diez años, al día nos podíamos sacar unos 1.000 euros fácilmente” confiesa Miquel Muñoz al frente de un puesto de bisutería “pero hoy es raro el día en el que sacas 50”.

Y los gastos de poder ‘plantar’ estos puestos no son pocos: necesitan una autorización del Ayuntamiento que les concede un permiso de “mercado extraordinario”  que debe pagarse trimestralmente; los impuestos por estar dados de alta como autónomos en la Seguridad Social, y los gastos de desplazamiento de un barrio a otro de la ciudad.

Aunque parezca un caos, en estos mercadillos ambulantes todo está controlado al milímetro: cada puesto tiene asignada una ubicación precisa, un día y un barrio que se mantienen a lo largo de la semana. Sólo en caso de que falle un tendero, su puesto se sortea para que puedan acudir otros vendedores.

 

Misma calidad pero a un precio menor

El debate en estos mercados se encuentra a pie de calle: ¿son los productos de peor calidad por ser tan baratos? La respuesta es no. Mónica nos cuenta que compra “grandes cantidades de producto, mucho mayores que en cualquier tienda de un Centro Comercial” con lo que consiguen un precio bajo por unidad “el beneficio que nos sacamos es menor, pero ofrecemos un precio más barato”.

Nuestros productos son los mismos que se encuentran en cualquier tienda, sólo que nosotros no tenemos bolsas, ni tienda, ni tickets; pero se fabrica en el mismo sitio” confiesa Miguel. China, la gran potencia emergente productora en su gran mayoría de estos objetos, pero al no tener los gastos propios de una tienda fija, los vendedores ambulantes pueden permitirse fijar unos precios más bajos.

Cerca de la una del mediodía, vemos como muchas personas empiezan a recoger sus ‘tenderetes’. Hoy el día no ha ido mal, pero todos han visto mañanas mejores. A las tres de la tarde ya no queda ni rastro de un mercadillo que está vivo, y que a pesar de la crisis y de los problemas, sabe aguantar y resistir, formando parte de las calles valencianas.

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