Por la calle de las cestas

Al pasear por esta emblemática calle vemos como la tradición se fusiona con la modernidad, y en los clásicos escaparates de las pequeñas tiendas de toda la vida vemos cestas, capazos y canastillas de todo tipo expuestos a las puertas de cada negocio. Algunos de estos locales llevan más de tres generaciones dedicadas al comercio de la cestería, una tradición familiar que ha sabido adaptarse a pesar de la crisis económica y la fuerte competencia del mercado asiático.

Visitamos Valero Mimbres, un negocio regentado por Ascensión López Valero que declara orgullosa la antigüedad de la empresa. “Lleva más de cien años abierto al público” cuando su abuela se inició en el mundo de la cestería después de la guerra. Desde entonces el negocio ha seguido evolucionando y además de la pequeña tienda original en el número 18 de esta peculiar calle ha abierto una nueva con una oferta mayor de productos. Al principio la cestería era puramente funcional y se utilizaba para la recolección en el campo y para guardar ropa, alimentos o productos para los recién nacidos, pero con el paso de los años tanto los materiales como los usos se han modernizado y estos productos se han convertido en algo decorativo con un gran valor inmaterial.

“En verano lo que más se está vendiendo son los canastos y cestas para la playa” nos cuenta Vicky, sobrina de Ascensión y encargada de la tienda tradicional. Con un servicio de personalización exclusiva de cada cesto, el cliente puede elegir el diseño que quiera para decorarlo y darle un acabado único. Mientras charlamos con Ascensión vemos como varias clientas se llevan satisfechas un par de canastos para la playa decorados con motivos marineros, un complemento original y duradero para estas vacaciones.

 

Competencia exterior

A pesar del incremento de ventas de este tipo de productos en la temporada estival, lo cierto es que el mercado asiático es una fuerte competencia frente al producto nacional. “En la tienda también vendemos productos de China, pero la calidad es sumamente inferior, de ahí la diferencia de precio” Ascensión también nos cuenta que esto ha afectado mucho más a los fabricantes que a los comerciantes de los productos de mimbre. Y la diferencia entre ambos productos la comprobamos en primera persona: la solidez y acabado de una cesta trabajada cuidadosamente por un artesano nacional no tiene comparación con el acabado de la cesta de importación.

“Es difícil explicarle a un cliente que la diferencia entre una y otra es el acabado si no sabe apreciarlo” nos cuenta Vicky. En nuestro país cada vez quedan menos profesionales artesanos del mimbre que sepan darle la forma apropiada a una buena cesta, y una tradición tan puramente valenciana como la cestería cada vez está perdiendo más peso ya que apenas sale rentable por la competencia extranjera.

“Tenemos un proveedor que sabe darles forma al esparto como nadie ya que se ha dedicado toda su vida a ello” añade “pero no podemos ofrecer sus productos al mismo nivel que los de importación porque el acabado no tiene nada que ver”. A pesar de la fuerte competencia todavía hay personas que valoran la calidad final y se decantan por el producto nacional, que a la larga, sale más rentable “aunque apenas quedan talleres en España, hay muy pocas manos que sepan trabajarlo”.

La ‘calle de las cestas’ es un lugar emblemático de la ciudad que conserva un pedazo de la tradición valenciana y donde se puede adquirir un bonito recuerdo de las vacaciones o un complemento perfecto para la moda o el hogar manteniendo la esencia de los productos artesanales.  

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