Un barrio sin fe

 

Numerosos pabellones del antiguo hospital La Fe de Campanar, que durante años fue uno de los más importantes de Europa, ahora se encuentran desmantelados y abandonados. Las malas hierbas se apoderan de los jardines, e incluso suben hasta las puertas de algunos de ellos como el antiguo pabellón de rehabilitación. Algunas personas se acercan a mirar entre los cristales, en busca de signos de vida, pero todos sus cuidados y atenciones se han trasladado al nuevo centro de Malilla.

No sólo los vecinos de Campanar y los barrios adyacentes han perdido su hospital, sino que los comercios y trabajadores que disfrutaban de su oficio en los alrededores también han perdido su principal fuente de ingresos, lo que les ha perjudicado enormemente.

Maite Gómez, encargada de la tienda de puericultura Dulce Bebé, afincada frente al antiguo pabellón de maternidad del hospital, recuerda tiempos mejores en los que familiares y amigos de las recién estrenadas madres acudían a su establecimiento en busca de regalos para el nuevo miembro de la familia.

“Entre la crisis, la retirada del cheque bebé y ahora el cierre del hospital, las ventas han bajado muchísimo” nos cuenta Maite. “Si sólo hubiese sido el cierre de La Fe, quizás no habría sido algo tan grave para nosotros, pero con esta acumulación de desventajas la facturación se resiente”. Según nos confía Maite, la gente ya no compra todo nuevo para los recién nacidos, sino que van pidiendo prestada la cuna a una prima, el carrito a una vecina, o la bañera a una amiga. “Muchas tiendas del sector han cerrado por culpa de la crisis”, concluye.

Incluso los bares y restaurantes notan el descenso de clientes, debido al cierre de la gran parte de las instalaciones del hospital a finales de 2010. Una camarera del restaurante Salanova confiesa que se ha notado “muchísimo” la bajada de clientela, ya que apenas pasa gente por allí tal y como hacían cuando el hospital estaba funcionando al 100%. Sus clientes asiduos, formados por internos de La Fe y familiares de personas ingresadas, se han esfumado en su mayoría.

 

Las dos caras de la moneda

Pero hay gente que consigue verle algo positivo, aunque sólo sea una cara de la moneda: los taxistas, que antes copaban la avenida en un vaivén de carreras, en las puertas de la antigua Fe ya no tienen apenas trabajo, pero siguen trasladando a pacientes enfermos. “A nosotros el cierre no nos ha afectado” nos cuenta Carlos Miranda a las puertas de su vehículo. “Las carreras las hacemos igual, pero a la otra punta de Valencia”.

La cara amarga de este beneficio la presentan los vecinos de Campanar que se quejan por este cambio en los trayectos, ya que lo que antes costaba unos cinco euros para llegar al hospital, con el traslado al bulevar sur de las instalaciones hospitalarias el precio se ha triplicado. “Los que están enfermos necesitan seguir yendo al hospital, y el taxi siempre será el método más rápido” confiesa Miranda.

Los vecinos de las barriadas de Campanar, Tendetes, Marchalenes, Benicalap, Burjassot, Beniferri, Orriols y Torrefiel –junto con numerosos barrios más– siguen en pie de guerra por mantener unas instalaciones dignas y unos servicios mínimos. Según las estimaciones de las asociaciones de vecinos afectados, el cierre ha perjudicado a cerca de 50.000 personas, muchas de ellas necesitadas de cuidados médicos con regularidad.

El hospital La Fe, durante sus más de 40 años en funcionamiento en la sede de Campanar, batió récords en transplantes renales en la década de los 80 y acogió el primer trasplante de cara, mandíbula y lengua de España a manos del doctor Pedro Cavadas. Fue el primer hospital del país en realizar un trasplante de hígado en la Comunidad Valenciana además del primero en concluir con éxito un trasplante celular hepático en 2008. Ahora en este centro apenas quedan trescientos empleados entre servicios técnicos, lavandería, enfermeros y personal de atención para los pacientes crónicos, y ya no se realizan intervenciones quirúrgicas de ningún tipo.

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