Valencia, en verano, descubre los Viveros

Ahora hace un siglo, en el verano de 1913, los valencianos empezaron a conocer y a apreciar, un jardín público nuevo: los Viveros. Porque hasta entonces aquella zona verde, donde antes estuvieron los jardines del Palacio Real, había sido un vivero de plantas y una Escuela de Agricultura, pero sin acceso para el público.

Se estrenaron con las verbenas de San Juan y San Pedro. Y los valencianos apreciaron que bailar al aire libre, rodeados de plantas y arboleda, era mucho más agradable en el duro verano de Valencia. Porque la Exposición Regional, donde tan buenas fiestas nocturnas se habían dado en 1909 y 1910, eran ya un espacio en desuso, con trazas claras de derribo. Y la ciudad necesitaba espacios nuevos de esparcimiento; incluso en la orilla izquierda del río; porque la gente joven, con tal de bailar, no tenía inconveniente a la hora de cruzar el Turia.

Más allá de la Alameda y la Glorieta, más allá del Parterre y la plaza de San Francisco, la ciudad de Valencia, en 1913, apenas tenía jardines que merecieran ese nombre. De ahí que el Ayuntamiento se fijara en un área que hasta entonces era propiedad de la Diputación. Es la parcela, no muy precisa, que quedaba de los antiguos Jardines del Real. Era una zona verde, con buen arbolado pero descuidada, que presidían las dos colinas –“les muntanyetes d’Elio”—nacidas con los escombros acumulados durante el derribo del Palacio Real, en 1812, antes del ataque de los franceses a Valencia.

El suelo, aunque no hubiera palacio, siguió siendo propiedad de la Corona. Hasta que en 1868 la Junta Revolucionaria de la ciudad tomó posesión de la finca. Llegada la restauración borbónica en 1874, la Corona renunció a la propiedad y la cedió a la Diputación de Valencia, que ejerció la gestión  a partir del año 1887. La vieja propiedad, en manos de la Diputación, fue habilitada como Escuela Provincial de Aclimatación y como Escuela de Agricultura. Se experimentaba con las plantaciones, había aprendizaje botánico y se formaba jardineros y agricultores.

Sin embargo, en el año 1903, los terrenos fueron cedidos al Ayuntamiento de Valencia. En ellos había una franja de suelo, la más cercana al Llano del Real, que estaba habilitada como jardín y que oficialmente llevaba el nombre de Jardines del Real. Pero el resto del suelo comenzó a ser usado por el Ayuntamiento para sus “viveros municipales” de plantas y arbolado. Fue en el año 1912 cuando el Ayuntamiento decidió abrir al público parte del espacio verde de que disponía. Entonces, bajo la dirección del concejal de Parques y Jardines, Ricardo Ibáñez Sánchez se hicieron transitables y dignas de paseo unas “muntanyetes d’Elio” donde crecía una vegetación silvestre; se ubicaron escaleras y replazas y se fue acondicionando para el público, con andenes y setos, todo el espacio situado entre las colinas y el Llano del Real.

Gracias al jardinero mayor del Ayuntamiento, Vicente Peris, primero de una saga de jardineros jefe que ha tenido la ciudad con ese mismo apellido, en la primavera de 1913 todo estuvo dispuesto para el uso público. Pero fue en el verano de ese mismo año cuando el jardín se hizo verdaderamente popular, cuando “toda Valencia” descubrió las posibilidades del nuevo parque.

 De ahí los elogios que el concejal Ricardo Ibáñez Sánchez recibió por su labor. En la revista “El Guante Blanco” de los primeros días de julio de 1913 vemos al concejal, vestido de toga, pero caricaturizado como jardinero, con regadera y macetas. Unos divertidos versos alusivos a su labor acompañan el dibujo, en una página titulada “Florilegio u florielogio polícromo y aromático que tiene muy merecido, por haber “descubierto” ante Valencia el adorable rincón de los Viveros municipales”. Los primeros versos dicen así:

“!Bien, Ricardo,/ elegante como el lirio / y oloroso como el nardo!”/ Por tu gracia y por la gracia / de los bravos jardineros, visita la aristocracia / los Viveros. / Y la gente pretenciosa,/ cual la rosa/ y la gente de chaqueta, /cual humilde violeta / y la gente pobrecita, / cual la humilde margarita…”

Los divertidos ripios eran del director y casi único redactor, Maximiliano Thous. La caricatura, en este caso, la había hecho el joven y estupendo dibujante Folchi: que no era otro que el que habitualmente conocemos como don Manuel González Martí, creador del Museo Nacional de Cerámica.

Junto a la caricatura del concejal publicamos un plano de la zona en 1910, con los Viveros Municipales al pie de “les muntanyetes”. Como se puede ver, el Ayuntamiento hacía previsión de construir cuatro manzanas de casas entre el jardín y San Pío V, dedicado entonces a Hospital Militar.

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