Valencia reclamó el AVE desde el primer minuto

El artículo que hoy glosamos en nuestra hemeroteca llevaba por título el de “Alta y baja velocidad” y fue publicado en “Las Provincias” el 8 de enero de 1989, pronto hará, pues, veinticinco años. El AVE no se llamaba así todavía, sino TAV (tren de alta velocidad) y no pasaba de ser un proyecto que se había anunciado para que estuviera disponible en 1992 con motivo de la Exposición Universal de Sevilla. La primera traviesa de la línea la colocó el Rey unos meses después, en la zona madrileña de Parla. De modo que se puede afirmar que Valencia reclamó el AVE desde el primer minuto aunque los gobiernos se lo demoraron más de dos décadas, hasta el año 2010.

Sin embargo, el texto en cuestión  ya planteaba la lógica de las relaciones ferroviarias españolas y el problema que habría de suscitarse con el paso de los años: “El Tren de Alta Velocidad, el TGV, no tiene  más que un recorrido lógico que es el del triángulo de oro español: Madrid-Barcelona-Valencia, con dos ramificaciones breves, la de Barcelona a la frontera, para conectar con Europa, y la de Valencia a Alicante”, decía el trabajo periodístico reseñado.

Valencia, en 1989, no estaba entre las proyecciones de futuro del tren de alta velocidad español. Y tardó muchos años en estarlo. Por eso el periodista escribía: “No me resigno, sin embargo. Veo a una Valencia fofa y sin respuesta”. Y añadía: “el silencio valenciano me deprime, quizá hasta el punto de hacer estas líneas más ácidas de lo que debieran”. Y es que el artículo deploraba el silencio de las instituciones valencianas: “Calla el Consell y callan las Cortes, pero calle también la Universidad y calla la Renfe, calla el Ateneo y calla el Ayuntamiento, calle la patronal y callan los sindicatos, callan las cajas de ahorros y los colegios profesionales. Pero ¿qué pasa en Valencia?”

El artículo en cuestión, de 8 de enero de 1989, insistía: “Valencia sigue teniendo necesidad apremiante, por razones propias y de necesidad estratégica nacional, de ser el puerto de Madrid, y hay que reclamar hasta el cansancio una buena comunicación por carretera con Madrid, vía Cuenca, y un tren de alta velocidad a Madrid por Cuenca”.

Para razonar esta última petición, o como una secuela de ella, el periodista se dejaba llevar por lo que no era un modo alguno una fantasía y todavía es, en 2013, un proyecto que se debería realizar: “En Madrid –decía—la Renfe tiene que vender billetes de tren-barco a Palma e Ibiza y un pasajero madrileño tiene que embarcar con la sombrilla y el bronceador en Chamartín para luego, en el puerto de Valencia, caminar cuatro metros desde el TGV a la rampa que le lleve al ferry de las islas”.

El artículo, que viene a demostrar que casi un cuarto de siglo después tenemos el AVE pero quedan muchos cabos por atar, decía: “Eso es progreso y no esas docenas de conductores madrileños perdidos en la avenida del Cid preguntando por dónde pueden llegar a ese sitio escondido e incomunicado de Valencia llamado puerto”.

Y es que seguramente sigue en vigor el último párrafo del trabajo que se publicó en 1989. Copiamos íntegramente: “En resumen, que está claro que nos olvidan y retrasan, una vez más, con el TAV. Pero que ya no sé si es porque estamos olvidados de nosotros mismos u vamos retrasados de chispa. No somos, eso está claro, una región de alta velocidad”.

Y llegado el punto final y la hora de la firma, vale la misma para 2013 que para 1989.

PUCHE

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