Llevan razón a los socialistas valencianos, en esta ocasión, al tachar de inaudito que sea la propia Cristina Cifuentes quien venga a darnos lecciones de política fiscal. Más, cuando los que fueron sus compañeros de partido nos tuvieron sometidos a prácticas corruptas en todas las instituciones. Así es, si el PPCV no hubiese esquilmado las arcas públicas y no hubiese dejado una deuda de más de 40.000 millones, la Comunitat Valenciana no tendría encendido el pilón rojo en sus arcas.
Aquello fue el germen de parte de nuestros males y ahora es intolerable que el Gobierno central siga llevando a cabo un ejercicio tan injusto de discriminación entre las autonomías. Y es que la Comunitat Valenciana lleva arrastrando una deuda desde hace 20 años. Por eso, pedir que sean los actuales dirigentes autonómicos los que devuelvan la calma a las arcas institucionales no es de recibo. Su responsabilidad es reconducir la situación, claro está, pero desde Madrid no pueden mirar a otro lado y marginarnos con una financiación injusta.
Cifuentes pide ahora que se bajen los impuestos. Lo deseado por cualquier ciudadano, pero hay que ser claros, o mejor dicho realistas. Ni la situación económica del Consell se lo puede permitir ni está entre los planes de los dirigentes políticos. Ximo Puig ya lo ha dejado claro: habrá subida de impuestos. La solución sí pasa por los que llaman la armonización fiscal básica para acabar con la desigualdad entre territorios. Pero tampoco sirva como excusa para defender los recortes o el incumplimiento de puntos básicos que el mismo tripartito llevaba en su programa. La gestión tributaria también es responsabilidad suya, del Consell. Así que unos y otros que dejen de hacer demagogia al respecto.
Y con esta situación, el verano termina igual que empezó el invierno: unos saquearon, otros todavía piensan que están a prueba y desde Madrid, como se dice vulgarmente, a los valencianos ni agua.