Debate sobre el estado de la Comunidad, comienza la campaña electoral.

Los Debates de Política General, que a mí me gusta más llamarles Debates sobre el Estado de la Comunidad, son siempre iguales en su estructura: se abren con el discurso del president (lo fundamental, porque él es el único interviniente que tiene el poder que confiere redactar a diario el DOCV) que desgrana un montón de logros durante el tiempo que lleve gobernando y anuncia un porrón de medidas e inversiones para lo que le reste. Luego llega la oposición, y reorienta la sesión parlamentaria hacia áreas más convenientes para ella, con la sola muleta de su oratoria y una hemeroteca con la que recordar lo que el president (RTVV, Castedo) haya obviado. Para que después el titular del autogobierno valencino, con sus réplicas, deje las cosas a mitad camino, más o menos. Y así, todos los años.

Pero el debate de este periodo de sesiones se desarrolla con dos condicionantes claros, no tan decisivos en anteriores oportunidades: no hay dinero en la Generalitat, y los diputados tuitean en tiempo real comentando los discursos desde el hemiciclo. O sea, que pueden ir remachando las ideas del president si están a favor, o criticarlas sin esperar a los turnos de los portavoces parlamentarios, si están en contra. Los tiempos, así, se vuelven relativos. Para más inri el president, contra la costumbre parlamentaria, ha decidido esta vez replicar a todos los grupos a la vez y no uno a uno, y por la tarde. Las sesiones vespertinas siempre tienen menos repercusión mediática. Con lo que a Compromís primero, y a EU después, se les ha adelantado su tiempo de intervención, previsto para después de las cuatro, a antes de la comida. No han tenido pues el receso del almuerzo para perfilar sus intervenciones, que, en el caso de Enric Morera, ha tenido que hacerla superando el factor sorpresa conque le ha obsequiado astutamente Fabra, a bote pronto, y con su discurso a medio rematar. También el PP ha hablado en la sesión matinal, pero a este grupo no creo que le haya pillado por sorpresa la decisión de Fabra. O de algún asesor avispado suyo.

Picardías y detalles aparte (lo mismo que se critica a Fabra por su mal valenciano se podría hacer con el atropellado castellano de Marga Sanz, pero creo que esos son pobres argumentos por parte de los tuiteros), la crítica fundamental que se le hace a estas horas al president, o si se quiere, la principal pregunta una vez oído Fabra, es de dónde va a sacar dinero la Generalitat para tanta cosa como ha prometido su titular (“¿por qué no hasta ahora?”, preguntaba otro tuitero), si Madrid, como se sabe, nos tiene asfixiados.

¿Para tanta cosa? Pues sí, miren: 800 millones en 5 años para que, sólo de aquí a 2016, se creen 200.000 empleos; 200 más en 5 años para luchar contra el paro de larga duración; recuperación de las ayudas a la compra de libros de texto; 18.000 beneficiarios nuevos de la ley de la dependencia,;3 nuevos centros para mayores; 12 licitaciones de colegios hasta finales de 2015; nuevo hospital en la vieja Fe para sustituir al Arnau de Vilanova; apertura de los de Llíria y Gandía; comisaría de la policía de la Generalitat en el Metro; modernización de los TRAM de Alicante (línea 9) y Castellón; obras acceso sur a Alicante; nueva ley de financiación de las universidades públicas valencianas …

Porque, encima, Fabra ha adelantado a ya mismo, sin esperar a 2015, la rebaja de impuestos en el tramo autonómico del IRPF que lleva dos días filtrada a la prensa, y varios meses guardada como cartucho principal para que los ciudadanos que no notan la recuperación de la economía, o sea, casi todos, caigan en la cuenta de que al PP se le puede volver a votar. Un misterio esto del dinero para tanta cosa y con menos ingresos. Porque la reforma de la financiación está aún por resolver, y el malestar con el gobierno central por sus desatenciones, más aún.

Quizá por eso Fabra le ha plantado en una mejilla a Montoro un “no voy a exigir más sacrificios a los valencianos, lo pida quien lo pida”, con lo que de paso intenta que nadie se crea del todo que el Consell está intervenido por Hacienda. Que una cosa es que no nos suelten la pasta, y otra que hagamos lo que ellos digan. A la otra mejilla, no ya del ministro, sino del Gobierno entero, le ha plantado la “reclamación” de “nuevo PHN” que nos aporte lo que nos iba a dar “el trasvase del Ebro”, por el que ya imagino protestando en Génova y Moncloa a María Fernanda Rudi. De todas formas, Rajoy ha contraprogramado el debate valenciano con su anuncio de retirada de la reforma de la ley del aborto, que hoy ensombrecerá todo lo demás, y que ha dado el argumento de salida a la síndica de EU, entre los aplausos de todos menos el PP (si lo ha decidido Rajoy igual tenían que haber aplaudido), y con el gesto de contrariedad justo detrás suyo del presidente de la cámara y cristiano confeso Juan Cotino. Lo comido por lo servido, pues.

El debate de este año, el último antes de las Autonómicas de la primavera que viene, ha servido para ensayar todo aquéllo para lo que tiene que servir un debate, y todo aquéllo para lo que tiene que servir un debate preelectoral. Me explico.

Ha habido anuncios millonarios para demostrar que se van a hacer cosas, no como en los tres años anteriores, que se visitan cosas. Ha habido regate dialéctico a la oposición, a la que encima se le enfrenta con su sambenito -no siempre justo- de catalanista, cuando se le insta a dar muestras de que no quiere que los valencianos sean “rehenes de una identidad prestada” y se sometan a un “cambio de personalidad”. Ha habido palleterismo frente a Madrid y Barcelona. Y, por último y no menos importante, ha habido ruptura con el pasado de su partido (ha planteado una “moción de censura a los veinte años” anteriores de gobierno popular, según el socialista Torres; “le ha hecho un traje -con perdón- a Camps”, tuiteaba Oltra) al proclamar que “estamos mejor que hace tres años”, que “la economía valenciana está preparada para volver a ser uno de los motores de España”, que “este gobierno no tiene facturas en los cajones”, y que quiere que no haya aforados políticos (aún hay dos imputados en el GPP, recordaba el socialista Moreno vía telemática) en la Comunidad.

Curioso, por cierto, el debate en Twitter, con dos estrategias distintas del PP: primero, y con una copia del discurso de Fabra en la mano, tuiteando en su nombre medidas incluso segundos antes de que las anunciara el president, mientras algunos diputados de la oposición las iban criticando; y segundo, ya con la firma de un asesor de presidencia, pinchando a la oposición (“éste también puede ser el último debate de Enric Morera”, “sólo un tercio de los portavoces de la oposición han hablado en valenciano”).

Debate completo, debate Comansi, pues. Por no faltar, no lo ha hecho ni siquiera una bonita dupla de propuestas del president que ha motivado por dos veces el murmullo y más que murmullo de sus señorías: la propuesta de reducción de las largas vacaciones parlamentarias, y el anuncio de creación del “carnet del turista”. No me digan que no es original, teniendo en cuenta que muchas de sus señorías tendran que coger pronto el portante porque sólo van a tener por delante unos turrones parlamentarios.

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