Bravo, doña Gabriela

EDITORIAL. La soledad de Pedro Sánchez

Desde que Pedro Sánchez salió elegido Secretario General hasta las campañas, primero de las Elecciones Municipales y Autonómicas y más tarde de las Elecciones Generales, parecía que querían matar su figura desde dentro. Era habitual, a la par que sorprendente, la aparición en los medios de voces que, sin ser explícitamente disonantes, dejaban clara su aversión a su liderazgo. Una de las primeras fue Susana Díaz que, a pesar de repetir que no tenía más intención que liderar Andalucía, expuso su intención de que se celebrasen primarias para definir la candidata o candidato definitivo. Cosa que nunca sucedió. También nos vienen episodios a nuestra mente como aquel famoso encuentro entre José Bono, José Luís Rodríguez Zapatero, Pablo Iglesias e Iñigo Errejón. Se vendió “como una charla amistosa” la filtración de una reunión estratégica que, por cierto, dejo en evidencia la falta de liderazgo de Pedro Sánchez.

Ahora, llegados a un punto post-electoral en el que el PSOE ha mantenido su posición, que no así su dignidad, al perder dos millones de votos y lograr el peor resultado de su historia, se celebra el Comité Federal del PSOE. Una reunión clave en la que, además de establecer una serie de acuerdos de cara a hallar pactos, ha quedado de manifiesto la negativa del baronazgo territorial de aplazar el Congreso Extraordinario del Partido Socialista, previsto para febrero, donde se pretende dilucidar si debe seguir siendo Pedro Sánchez el líder que el PSOE necesita para continuar. Un espaldarazo en toda regla a la prolongación de su estancia en la Secretaría General del partido, tan solo una semana después de oír a todas esas mismas voces corear al unísono un fingido apoyo a Pedro Sánchez, con el objeto de no pronunciar aún más la caída.

Lo cierto es que, tras esta etapa de Pedro Sánchez como Secretario General del PSOE, queda un PSOE desdibujado que ha jugado a rechazar a Podemos, en un primer momento; a intentar parecerse demasiado, en un segundo instante; y a intentar hallar a la desesperada una postura que les permita defender los valores que siempre ha defendido, sin dejar aflorar demasiado su condición de partido de Estado, algo que ya no se lleva entre los neovotantes.

¿A qué aspira un partido sin timón ni timonel? ¿A la Presidencia?

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