Prevenir la corrupción debe ser lo primero que se haga en la lucha contra esta lacra, casi antes que sancionarla, pues, si la prevenimos aparecerá en mucha menos medida y habrá que sancionarla menos veces. En estos días en lo que apellidos como Correa, Rato, Fabra o Pujol vuelven a estar de rabiosa actualidad, cabe preguntarse qué hacer para acabar con la corrupción, esa detestable práctica que vacía nuestras arcas públicas y que mina la confianza de nuestros conciudadanos en la política y el sistema. Tal vez una de las claves esté en la educación. Educar y prevenir más pueden ser factores de éxito. Educar a largo plazo.
Aprovechando que la Conselleria de Educación ha incrementado las aulas experimentales de 2 años gratuitas, que ofrece 1.242 plazas en centros públicos de Infantil y Primaria, y a un 10% el presupuesto destinado al bono infantil para la matrícula en la red de escuelas infantiles privadas.
Ello ha supuesto que, hasta la fecha, haya habido un incremento del 6,13% de matriculados en la etapa 0-3 años y se pasa de los 37.441 alumnos del curso 2015-2016 a los 39.739 del curso 2016-2017.
Sólo educando en los valores de lo público y la importancia que tienen para la vida de muchas personas, podremos acabar con tanto miserable. Unas altas exigencias de la sociedad deben ir acompañadas de una igual ejemplaridad, es por ello que hay que insistir en la idea de que no todo vale, de que lo público tiene dueño, cada uno de nosotros y que nada es gratis.
A los partidos tres cuartos de lo mismo. Hay que exigirles medidas concretas y contundentes, no simples pactos vacíos. Despolitización de la justicia, más medios para luchar contra el fraude, más inversión… Corremos el riesgo de despegar definitivamente a la sociedad de su clase política. No lo permitamos.