Los buscadores de tesoros

 

Desde fuera parecen cazadores de tesoros, desde dentro se presentan como un deporte muy enriquecedor que combina el ejercicio y el suspense por encontrar lo desconocido, les hablamos de los ‘buscadores de metales’, una afición que gana cada vez más peso y no siempre de la forma que debería de ser. Que la crisis ha agudizado el ingenio lo sabemos, somos cada vez más creativos y damos forma a nuestros impulsos de emprender, pero también hay personas que en tiempos de vacas flacas ven y hacen negocio de cosas que no nacen con este fin.

En varias comunidades de España, como es el caso de Andalucía se ha restringido este deporte y los detectoaficionados tienen que pedir permiso a la administración de su comunidad o se arriesgan a que les pongan una multa que puede llegar hasta los 250.000 euros. La nueva normativa ha obligado a que muchos aficionados se lo piensen dos veces antes de practicarlo e incluso algunos prefieren hacerlo en otras comunidades como en la Comunitat Valenciana donde no hay ningún tipo de restricción con tal de evitar los trámites burocráticos.

La ‘culpa’ de este cambio en la normativa la tienen los expoliadores que se dedican a buscar restos arqueológicos por montañas y dentro del mar para después revenderlos en el mercado negro. “En la Comunitat no tenemos ninguna norma que regule esta afición pero ante estos ladrones es más cómodo para la administración prohibir que legislar”, indica Enrique Roig, presidente de la Asociación Valenciana de Detecto Aficionados.

Así si un expolio se encuentra en una propiedad privada el 50% del valor se lo queda el Estado y el resto, la persona que ha encontrado el ‘tesoro’ y el propietario del terreno. Por el contrario si el yacimiento está ubicado en una propiedad pública el valor de la pieza se repartiría a partes iguales entre el expoliador y la administración, explica Roig.

Una de las comunidades más afectadas por estos expolios es Aragón, ya que la mayor parte de sus 12.000 yacimientos arqueológicos no están protegidos. Este verano la Guardia Civil en el transcurso de la operación HELMET II, desarrollada en la provincia de Zaragoza, detenía una persona como presunto autor de delitos contra el patrimonio histórico, interviniéndole más de 2.000 objetos arqueológicos entre los que se encontraban restos de un casco celtibérico, puntas de lanza y de flecha, espadas, monedas o cerámicas.

Otra de las regiones más castigadas por los expolios es Andalucía, durante este verano también, la Guardia Civil del Seprona de Algeciras intervino restos antiguos de plomo y acero a una persona en las cercanías del yacimiento romano-fenicio de Borondo-Guadalquitón. El individuo estaba prospectando el terreno con un detector de metales.

El presidente de la Asociación Española para la Defensa de la Detección Metálica, Francisco Javier Matas, apunta que a nivel nacional hay cerca de un millar de personas registradas en asociaciones que realizan este deporte pero asegura que en la práctica el número es muchísimo superior y difícil de concretar pues muchas personas utilizan la detección de metales para el expolio patrimonial.

Asimismo asegura que en los últimos años “no sé si por la crisis” pero sí es cierto que se han apuntado o reenganchado más personas a la asociación para practicar esta afición ya que suelen ganar un “dinerillo extra” con las monedas que encuentra y que puede ascender a una media de veinte euros cada vez que sale a practicarlo, “pero no se harán ricos”.

El presidente de la asociación valenciana, Enrique Roig, lamenta que se generalice cuando se hable de detectoaficionados y asegura que es un deporte muy sano y sociable y que el único aliciente de los socios es el misterio de encontrar cosas raras. En este sentido explica que las asociaciones, a nivel comunitario y nacional organizan campeonatos para los aficionados.

Los primeros detectores de metales llegaron a España de la mano de soldados americanos de las bases de Morón de la Frontera y Rota. La amortización de detectores de metales tras su uso para la detección de minas antipersonales en la II Guerra mundial, facilita que pasen a la vida civil como equipos de uso lúdico para la búsqueda de oro nativo y objetos perdidos. Poco a poco su uso se ha ido extendiendo fuera del entorno militar, y con ello, configurando una nueva forma de entretenimiento que en España se ha dado en llamar detectoafición. No obstante, la historia del primer detector de metales se remonta mucho más atrás, concretamente al año 1881, cuando Alexander Graham Bell inventa el primer detector de metales  de la historia

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