Los videoclubs se niegan a tirar la toalla

 

Hace tres décadas ningún barrio de la geografía valenciana -y española- se quedó sin un videoclub. Era el negocio del momento y con gran rapidez el alquilar una peli se colocó en los hábitos y gustos de los consumidores. Junto con los cines eran la única opción de ver y disfrutar del cine sin necesidad de comprar ‘las cintas de vídeo’. Sin embargo, tuvieron que visionar que todo lo que sube rápido como la espuma, cae con la misma intensidad.

Desde los años del boom, este sector no ha dejado de sortear retos: a parte de la dura competencia tras el ‘boom’ del negocio, los vaivenes de la industria con sus múltiples cambios de formatos, la popularización del acceso a Internet con sus respectivas descargas y copias ilegales, y finalmente una crisis económica que ha dañado a todos los sectores y familias.

Sin embargo no todos pudieron superar dichos retos y algunos de ellos cedieron a las turbulencias de los tiempos difíciles. El último videoclub en Valencia en hacerlo ha sido la cadena europea Teles que dijo adiós a finales de julio tras poner en venta las cintas que tenía en su interior, poniendo así fin a una cadena de negocios familiares de alquiler de películas con más de tres décadas de historia. Sin embargo siguen existiendo buenos ejemplos en este sector que está exprimiéndose los sesos para seguir siendo un servicio atractivo para los amantes del cine.

La cadena valenciana Broadway abrió su primer videoclub hace más de 30 años en la calle de Joaquín Ballester, locales que se fueron multiplicando hasta llegar a los 33 en una década. Actualmente cuentan con 10 y una plantilla de 30 personas. «El primer reto que tuvimos que superar fue en 2005 con el auge de la piratería y por la que cerramos varios videoclubs porque el negocio dejó de ser rentable, después vino la crisis, y las consecuencias han sido las mismas», relata Raquel Rado, hija y heredera del negocio familiar que levantó su padre.

Actualmente reconoce que en un año años los beneficios se han reducido a la mitad, pero es optimista y admite que «nos estamos acostumbrando a una nueva época, estamos resistiendo como podemos hasta que nos adaptemos a la nueva situación». Para ello realizan ofertas muy atractivas como la de los martes, día Broadway, y en el que todas las películas están a un euro, ya sean novedad, clásicos o reestrenos; en formato dvd o Blu Ray. Asimismo, entre semana, todos los títulos están al 3×2.

En 2004, en el barrio de Ruzafa, Daniel Gascó y su hermana Almudena abrieron el videoclub Stromboli en el que ofrecen cine alternativo, de autor, diferente y poco convencional. «Somos la otra cara del cine», afirma Daniel. Cuentan con más de 8.700 títulos entre los que destaca el cinde clásico, mudo y extranjero, y a diferencia de las cadenas de videoclubs, el cine comercial ocupa «un porcentaje marginal».

«Nuestro negocio se sustenta gracias al asesoramiento que ofrecemos a nuestros clientes, les regalamos tiempo, tiempo que podían gastar buscando qué ver», relata el empresario. Respecto al público de su negocio destacan los cinéfilos y amantes del cine, así como una creciente generación de jóvenes curiosos por descubrir cine diferente, alejado de lo comercial.

Daniel insiste en que los clientes que les visitan, cuando alquilan una peli se llevan más que cine, «somos la guía de nuestros clientes, les dirigimos hacia qué ver según sus gustos, estableciendo en la mayoría de casos una relación de amistad, somos como la guarnición de un buen plato».

Respecto a la situación del negocio, Daniel explica que «la crisis está afectando a todos los sectores, y nosotros no podíamos ser menos, pero estamos resistiendo, subsistiendo como podemos hasta que pase esta etapa, cubriendo gastos, para no cerrar».

Asismismo, cuenta que muchos de sus clientes están concienciados con la situación que están pasando en muchos negocios que están en peligro de extinción, «viene gente con la conciencia de que si no cuidas y utilizas ciertos servicios, éstos desaparecen, por ello vienen para nutrirlo y mantenerlo con vida».

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