Juan Vicente Pérez Aras, Diputado Nacional PP. Un Consell y una Legislatura agotados

Sobre la libertad

La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombre “, Cervantes así nos la describía en el Quijote y no podría venir mejor a colación tras el esperpento vivido en las Cortes valencianas y el rechazo de toda la Izquierda a la propuesta presentada por el Partido Popular sobre la libertad para los presos políticos en Venezuela. Porque la Libertad, los Derechos Humanos y la Democracia no tienen color político como muy bien apuntaba Isabel Bonig en su brillante intervención en la Tribuna del Parlamento valenciano.

Una Izquierda que siempre ha buscado patrimonializar, en beneficio propio, todo aquello que tiene que ver con el sufrimiento humano. El patrimonio de la lágrima fácil, del titular rimbombante, totalmente falso y vacuo, pura impostura. El tripartito se retrató en una votación que puso de manifiesto, una vez más, cuáles son sus prioridades. Mucha pancarta y banderas republicanas saltándose la Ley, mucho resarcimiento por esa memoria histórica que los mantiene anclados en el 36 y una enfermiza obsesión por criminalizar al Partido Popular, el único obstáculo que frena su desmedida ambición por el poder. Un poder absoluto, de la ideología sobre la Libertad, de la masa sobre el individuo. Un poder que les resarza de una derrota en una guerra fratricida, que los españoles hemos superado, pero que ellos siguen poniendo como excusa para cobrar una supuesta deuda pendiente de la historia con la izquierda. Todo aquello que vemos preocupa de qué manera a la sociedad actual.

La izquierda no gestiona, de ahí el desastre manifiesto cuando llegan al poder. La izquierda hace Política. Un matiz importante que no puede pasar inadvertido en estos momentos en los que estamos asistiendo a esa lucha también fraticida por liderar esa “nueva” izquierda que viene a cobrarse las deudas de la historia. Una izquierda que sufre una amnesia colectiva a la hora de reconocer sus propios errores, los de antes y los de ahora. Una izquierda que sigue rehén de sus propias contradicciones, perdida en la estela del neomarxismo populista.

Un marchamo ideológico que en nuestra tierra se agrava con ese sutil nacionalismo antropológico pancatalanista. Un populismo exultante que rinde pleitesía a los delirios expansionistas de sus homólogos de Cataluña, comulgando de esa entelequia social, política y cultural del Països Catalans, con esa dependencia cultural y también financiera que durante años ha ido penetrando como una lluvia fina en parte de la sociedad valenciana Y abril es un mes propicio para ello.

Con un Consell hipotecado por la intransigencia, lastrado por el juego de tronos a su interno, hundido en la incapacidad de gestionar los siempre escasos recursos públicos, asistimos a la exaltación de la ideología como bálsamo para una sociedad desorientada, que puede caer en el peligroso juego de oír los “cantos de sirena” que algunos proponen y cuyos resultados lamentablemente estamos viendo con ejemplos tan ilustrativos como los Venezuela o la propia Grecia.

En estos momentos la verdadera Política, la que se escribe con mayúsculas, debería estar haciendo más pedagogía para contrarrestar esa sensación de impunidad que la calculada estrategia de la izquierda ha metido con calzador en la agenda para cabreo general. Una estrategia hábilmente potenciada por sus altavoces mediáticos para conformar esa sociedad teledirigida que tan bien describía Sartori. Una estrategia que ha diluido la capacidad de entendimiento, de comprensión, de análisis y reflexión y empobrecido intelectualmente a una sociedad trivializada por la “nueva” política de 140 caracteres.

De ahí ese alegato a la Libertad que rompa con la dinámica de intransigencia, de exclusión, de división que algunos buscan imponer con alianzas imposibles. Estamos en el siglo XXI, y una sociedad cosmopolita como la nuestra, necesita propuestas valientes desde la moderación y el respeto a esos principios y valores que defendemos desde el Partido Popular. No nos dejemos embaucar por los cantos de sirena de supuestos “Gobiernos a la valenciana”, porque son el mejor ejemplo de las carencias y peligros de un modelo fallido, que no solo atenta contra la Libertad, sino al propio bienestar de los ciudadanos.

Artículo de colaboración de Juanvi Pérez

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