No nos queda sino batirnos

La frase se la adjudica Arturo Pérez Reverte a Francisco de Quevedo en las diferentes entregas de las Aventuras del Capitán Alatriste. El padre del conceptismo literario, a quien Reverte atribuye un carácter «peleón» en la ficción de sus novelas, no dudaba en tirar de esta frase para solventar cualquier cuita por mínima que esta fuera.