Parquet brillante, reluciente y acomodado listo para usarse. Moqueta extendida pero arrugada, desaliñada y con marcados errores del pasado. Porque la temporada está siendo difícil, como de costumbre. Tres presidentes distintos en unos meses. El equipo engancha una dinámica extraordinaria –pese a no cumplir los objetivos marcados- con un entrenador que encaja cada pieza en su lugar y se erige en el salvador de toda una afición. Pero poco duraba la alegría en casa del pobre. Ernesto Valverde, de la mano de Manuel Llorente, abandonaba el Valencia CF para enrolarse en el Athletic de Bilbao -¿dónde están y cómo juegan ahora los bilbaínos?-. Djukic, Pizzi… Ninguno es bueno. Nadie es capaz de frenar la explosión. Faltan líderes. Falta calidad. Faltan estandartes. Y mucha cabeza.