sangre blanquinegra

A la batalla de Nervión

Hace mucho que el Valencia CF decidió jugarse la temporada a una carta y casi le sale rana contra un equipo plagado de suplentes de los suplentes y sin una afición que se erija en el jugador número 12. Eso hoy no va a pasar porque enfrente estará una plantilla extraordinaria respaldada por un estadio lleno hasta la bandera y con los colores de guerra pintados en la cara.

Tiempo de privanza y reivindicación

De la euforia impredecible al apagón de los focos más absoluto. Del cielo a la tierra pasando por lágrimas de victoria y desesperación por la vuelta a una realidad que obliga a mantener los pies en el suelo. Cuatro jornadas de Liga BBVA le quedan al Valencia CF. Un abanico de fechas de puro trámite, de mantener una cierta regularidad para conservar una cierta estabilidad mental y anímica. Nada más allá.

El Clausura del Valencia CF de Pizzi y un altavoz mediático

A falta de concretar tomas decisivas, muy mal tiene que ir el rodaje para que la película del romance entre el Valencia CF y Juan Antonio Pizzi no sea un éxito en las taquillas de la capital del Turia. Con un guion modificado a mediados de la temporada, resulta complejo dirigir una producción de más de 20 actores acostumbrados a las manías de un director, al estilo y aroma con que este perfuma cada escena de 90 minutos para conseguir un resultado óptimo en cada escena.

Paco Alcácer, símbolo de comunión entre fichajes y Paterna

Confianza. Un término tan abstracto como palpable en el estado de ánimo y posterior rendimiento de los jugadores. Un grado difícil de conseguir en el más alto nivel futbolístico, máxime con una edad inferior a los 20 años. Tan complejo como observar en aquel la madurez necesaria para acatar las órdenes de su superior –por injustas que sean- y trabajar duro para demostrar que el talento, la clase y el amor a una zamarra vienen de fábrica. De una dedicación constante. Diaria. Absoluta.

Ruge la Caverna y se bailan sardanas en el Camp Nou

Manos a la obra para construir, al lado de Mestalla, un monumento para Francisco Joaquín Rufete. Los fichajes tienen que dar el rendimiento esperado, lógico. Pero cerrar en dos jornadas 5 incorporaciones y 6 salidas en tu primer envite es sumamente difícil. No recuerdo que el antiguo director deportivo hiciera semejante barbaridad. Pero sí me llega la memoria para comprender uno de los males endémicos de esta plantilla y, por ende, atizarle nuevamente.

A rio revuelto, pérdida de jugadores

Parquet brillante, reluciente y acomodado listo para usarse. Moqueta extendida pero arrugada, desaliñada y con marcados errores del pasado. Porque la temporada está siendo difícil, como de costumbre. Tres presidentes distintos en unos meses. El equipo engancha una dinámica extraordinaria –pese a no cumplir los objetivos marcados- con un entrenador que encaja cada pieza en su lugar y se erige en el salvador de toda una afición. Pero poco duraba la alegría en casa del pobre. Ernesto Valverde, de la mano de Manuel Llorente, abandonaba el Valencia CF para enrolarse en el Athletic de Bilbao -¿dónde están y cómo juegan ahora los bilbaínos?-. Djukic, Pizzi… Ninguno es bueno. Nadie es capaz de frenar la explosión. Faltan líderes. Falta calidad. Faltan estandartes. Y mucha cabeza.

El ejército de Jokin

La batalla fue y será complicada. Nadie dijo que fuera a ser fácil. Cientos de escuadrones cargados con las armas más mortíferas asediaban y asediarán al pueblo granota. Pero ahí estará un ejército que no falla, dirigido por un capitán que cumple como pocos con su labor. Motiva, ordena, sitúa a cada uno en su sitio preestablecido y no tolera bajo ningún concepto alarde alguno ni mal de alturas de nadie. El grupo es lo primero.

Atraco para tres, caraduras por doquier

¡La cantidad de tinta que se habrá vertido para dar luz a la injusticia y desfachatez que caracteriza la Liga de Fútbol Profesional! Una pantomima diseñada para dos pero que, con el fin de acallar y silenciar las críticas, se va dilatando para ‘acoger’ a un tercero en discordia. Píntalo de verde, azul o fucsia. Esto es un despropósito y una mentira más grande que la deuda de los dos ‘grandes’ de esta competición adulterada y grotesca. Pero un poco más pequeña que la del esférico ‘bañado’ en oro.

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