Néstor Rausell - Psicólogo

Agorafobia: El trastorno que limita una vida

Agorafobia: El trastorno que limita una vida. El psicólogo Néstor Rausell ha abordado en el magazine ‘I ara qué’ de News FM 98.7 un trastorno tan limitante como es la agorafobia. Esta fobia, a pesar de afectar a una de cada treinta personas en nuestro país, no tiene una visibilidad relevante.

Según ha declarado Rausell en los micrófonos de News FM 98.7 la agorafobia se diagnostica cuando la persona presenta miedo o ansiedad intensa en dos o más de las cinco situaciones siguientes:

– Uso del transporte público.

– Estar en espacios abiertos.

– Estar en sitios cerrados.

– Hacer cola o estar en medio de una multitud.

– Estar fuera (o alejado) de casa solo.

“El individuo teme o evita estas situaciones debido a la idea de que escapar podría ser difícil o podría no disponer de ayuda si aparecen síntomas tipo pánico u otros incapacitantes o embarazosos”, ha señalado el psicólogo.

La agorafobia puede llegar a causar un importante deterioro en la vida social, laboral u otras áreas importantes del funcionamiento de la persona que la sufre.

El diagnóstico diferencial sirve para hacer una correcta valoración de una enfermedad con respecto a otras parecidas, con las que pudiera confundirse o solaparse. Es una valoración clínica que corresponde exclusivamente a los especialistas, en ningún caso a los pacientes.

La edad de comienzo y curso de la agorafobia se sitúa aproximadamente entre los 25 y los 30 años, aún así existen casos en que el inicio puede darse en cualquier momento entre los 5 y los 58 años. Las personas entre los 45 y los 64 años tienen menos riesgo de desarrollar una agorafobia. La agorafobia suele comenzar con ataques de pánico o una ansiedad que van creciendo gradualmente en intensidad a lo largo de las sucesivas ocurrencias hasta convertirse en un ataque de pánico. Las personas que sufren este trastorno, en un comienzo, suelen consultar a los centros de salud primaria y a diversos especialistas en medicina, que en ocasiones, no les encuentran nada anómalo. Los casos moderados o graves deben solicitar ayuda psicológica.

Existe una fluctuación de los problemas agorafóbicos, los pacientes tienen etapas de remisión y recaídas de duración variable. Estas fluctuaciones pueden ser debidas a múltiples factores como la compañía de una persona, animal u objeto de confianza, a los eventos estresantes, al estado emocional, a cambios hormonales, toma de alcohol, fármacos o drogas o según la época del año. Si no ha habido tratamiento o éste no ha sido el adecuado, una recuperación relativamente estable es improbable.

Los trastornos más frecuentes que pueden convivir junto con la agorafobia son trastornos de ansiedad generalizada o los depresivos. Las mujeres tienen porcentajes más altos de coexistencia de la agorafobia con otros problemas en el caso del trastorno de ansiedad generalizada, trastornos fóbicos y depresión mayor. Sin embargo, en los hombres tienen una mayor incidencia en el abuso de sustancias. Existen casos que usan el alcohol y/o los fármacos para afrontar sus problemas de ansiedad, pánico y evitación, algo que afecta negativamente en la evolución de la fobia.

Rausell apuesta por la terapia cognitivo-conductual para tratar esta fobia. Consiste en informar al paciente sobre la naturaleza de la ansiedad en general y del pánico en particular. Utilizar técnicas de respiración: la respiración controlada puede ser útil en los casos en que se dé  hiperventilación o que presenten dolor u opresión en el pecho al tender a respirar torácicamente. Reestructuración de creencias distorsionadas e interpretaciones catastróficas, control pensamientos automáticos. Técnicas de relajación: se ha mostrado de utilidad conjuntamente con la exposición en vivo a las situaciones que producen temor, para facilitar la habituación, el control de los síntomas y la pérdida del miedo al miedo. Las personas que sufren agorafobia requieren la presencia de un acompañante para afrontar las situaciones que se evitan.

«La duración de los tratamientos oscila normalmente entre seis meses y un año, si bien en algunos casos pueden ser más largos”, ha subrayado el psicólogo.

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