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Aprender a vivir con la enfermedad

Aprender a vivir con la enfermedad. Voy a dar a mi apoyo incondicional a la lucha y al inconformismo. ¿Qué puede ser más saludable que recuperar la pasión por la vida a través de la pintura?. Hay que aprender a vivir con la enfermedad, es un diario de vida.

Venía cursando síndrome febril hacía días, no remitía y permanecía ingresado por neumonía. Presentía que algo no iba bien. El desconocimiento me atormentaba, pero me negaba a perder la sonrisa. No quería tampoco ver a nadie sufrir por mí. Quería vivir.

Los días pasaban y cada vez más cansado y débil. Entre cuatro paredes esperando un diagnóstico. Sólo gracias a mis compañeros y mi familia seguía sintiéndome con fuerzas de abrir los ojos cada día y me hacían vivir.

Ese día al fin llegó. ¿Cómo puede ser que te cambie la vida en un instante?. No podía dejar de mirar a mi alrededor. Oía la voz de un gran amigo que intentaba informarme de mi diagnóstico, pero no escuchaba nada. Sólo veía buenas intenciones y yo no entendía nada. Recuerdo los abrazos y las muestras de apoyo que nunca olvidaré. Poco tiempo necesité para despertar y darme cuenta de lo que me estaba sucediendo. Al fin logré escuchar y entendí que se avecinaban momentos difíciles, un camino largo pero con gran esperanza. Me quedé con el buen pronóstico que tenía y me aferré a la vida.

Vivir es una de mis grandes pasiones, con todas sus consecuencias sin duda. Así empecé mi lucha. En pocos días se me confirmó el diagnóstico: Leucemia linfoblástica aguda.

Tuve que afrontar la realidad con ciclos de quimioterapia, viéndome en un estado cada vez más vulnerable día tras día. El cóctel de fármacos que conforma la quimioterapia persigue eliminar las células malignas, pero en su lucha también pueden provocar la caída del pelo, una profunda deshidratación, alteraciones en la piel e hinchazón por desequilibrios en la eliminación de líquidos.

La enfermedad empezó a mermar mi autoestima. Pero el cáncer ha sido una experiencia tan intensa que no sólo me provocó una transformación exterior, sino que supuso un cambio interior y de vida. Tenía que aprender a procesar este gran golpe en mi vida, pero no sabía y no podía.

Fue en esos instantes, cuando te encuentras solo sin nadie a tu alrededor, cuando abres los ojos y te das cuenta del verdadero valor que tiene la vida.

Me convencí de que tenía una segunda oportunidad y mi obligación era luchar por el derecho más elemental de todos los seres humanos que es vivir.

Comprendí enseguida que seguía vivo. Que podría haberlo perdido todo, pero no fue así. Tenía la obligación por mi familia, por mis amigos y por mí de afrontar la vida y sonreír. Decidí buscar los espacios para ver lo positivo de cada momento que me deparaba el futuro.

Supuso una oportunidad de crecimiento personal, de reencuentro conmigo mismo y un espacio para reflexionar sobre las prioridades de mi vida.

Empecé a expresar lo que llevaba dentro mediante el dibujo, algo que siempre me había acompañado. Me ayudó a liberar mis sentimientos. Me empecé a rodear de colores vivos y me sentía cada vez más alegre y vital. Con la pintura empecé a retomar mi camino. No me evadía de la realidad ni me hacía olvidar nada de lo que me estaba pasando, pero sí me sentía cada vez más realizado.

Empezó a surgir en mí una gran sensibilidad. Muchas emociones a mi alrededor como ansiedad, temor, depresión, frustración, tristeza y sentimientos diversos.

Mi padecimiento interior veía el alma de las cosas. La realidad no cesaba de transformarse a mi alrededor y yo necesitaba expresarla. Empecé a dar rienda suelta a mi creatividad.

Era incapaz de decir lo que sentía y cómo me sentía. La pintura fue una herramienta para vivir la enfermedad de otra manera. Me aportaba menos tensión, ansiedad, depresión, alivio del dolor y mejora en mi bienestar general.

Levanté la mirada y supe que no me quedaba más salida que aprender a vivir.

Mis cuadros se han convertido en un diario sobre mi lucha. Mi lista de deseos para el futuro pintada al óleo.

Me noto respirar , siento respirar a mi alrededor, mis hijos cerca y mi familia más unida a mí que nunca.

Doy gracias por tener fuerzas para soportar estos momentos, para seguir peleando por mi proceso y seguir luchando por los que ya no están. Hay que luchar y nunca darse por vencido.

Texto por Laura Rodero Bonet

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