Obesidad

El 30% de la población mundial padece alguna disfunción hepática como obesidad y Diabetes Tipo 2

Un estudio realizado por el doctor José Moisés Laparra Llopis, Director del Máster de Nutrición y Actividad Física de la Universidad Internacional de Valencia (VIU), discute potenciales estrategias de intervención en la prevención de la esteatosis hepática no alcohólica, que se estima puede llegar a afectar al 30% de la población con algún tipo de disfunción hepática como obesidad, Diabetes Tipo 2 (DT2), hiperglucemia, hipertensión o complicaciones cardiovasculares.

Así, el informe analiza las evidencias científicas que ponen de manifiesto la relación de la microbiota o flora intestinal con las grandes pandemias del siglo XXI derivadas de una disfunción hepática como son la obesidad, la Diabetes Tipo 2 y otras manifestaciones fisiopatologías englobadas bajo el síndrome metabólico (complicaciones cardiovasculares, ateroesclerosis o isquemia miocárdica/infarto).

La microbiota (comunidad de microorganismos vivos residentes en el tubo digestivo) regula la eficiencia del gasto energético y la utilización de nutrientes a la vez que favorecen la producción de metabolitos, indispensables para el buen funcionamiento del organismo, al tiempo que afecta al índice de resistencia a la insulina. De manera que, actuar sobre su composición puede “condicionar”, de modo favorable y disminuir el riesgo de padecer enfermedades relacionadas con el hígado.

El informe revela que la población de origen hispano es la más proclive a desarrollar patologías hepáticas ya que registran índices de prevalencia de hasta el 45% frente al 33% de los caucásicos y al 24% de los afroamericanos. Dentro de este rango, el mayor porcentaje de desarrollo de esta deficiencia se concentra en la población mexicana-americana, que podría ser debido a sus hábitos alimentarios “profundamente” arraigados en el consumo de cereales y productos procesados derivados de estos.

Así, señala que los alimentos derivados del procesado de granos y azúcares constituyen la base nutricional en las dietas occidentales, lo que favorece un elevado índice glicémico y la acumulación de grasas, agravantes de las enfermedades hepáticas. En este contexto, añade que estas dietas y los desequilibrios en la microbiota intestinal contribuyen significativamente a la inflamación hepática.

Los datos epidemiológicos recopilados revelan que en las últimas décadas el índice de disfunción hepática se ha duplicado en EE.UU, Europa y Latinoamérica, una tendencia que, lejos de mantenerse o reducirse, experimentará un crecimiento paralelo en un futuro próximo, teniendo en cuenta el envejecimiento de la población y la prevalencia de patologías como la obesidad y la diabetes.

Según explica, en el hígado recae una responsabilidad fisiológica y funcional determinante para el organismo ya que es el responsable de la distribución y transformación de los nutrientes que resultan absorbidos, a la vez que los metabolitos producidos por la microbiota intestinal.

En esta línea, destaca que una dieta grasa, por si misma, resulta insuficiente para inducir obesidad y, sin embargo, los desequilibrios en la composición de la microbiota juegan un papel muy importante, según los estudios realizados en animales. De hecho, se han descrito cambios “rápidos” en la composición de la microbiota como respuesta a la ingesta de dietas con alto contenido en azúcares libres y grasas.

En este punto, el experto señala la importancia de desarrollar estrategias de intervención nutricional para promover cambios en la composición y actividad de la flora intestinal con el objetivo de evitar este tipo de enfermedades.

Así mismo, a lo largo del trabajo, los datos recopilados sugieren que actuar sobre la microbiota podría incluso revertir el fenotipo de un animal genéticamente determinado para padecer una resistencia a la insulina.

Ir arriba