El presente y futuro del vino español

Ojeando en diversas redes sociales las opiniones de ilustres prescriptores y líderes de opinión en el mundo del vino, aparece un tema recurrente que ha sido merecedor de comentarios en nuestro programa de radio semanal en News FM, La Barrica: el presente y futuro del vino español. El tema convertido en pregunta es: ¿hacia dónde va el mundo del vino? Todo surge a raíz de las cifras de exportaciones dadas a conocer por el Observatorio Español del Mercado del Vino (OEMV) que señalan un crecimiento en volumen de litros exportados de más de un 20% y un aumento de ingresos por las mismas de un raquítico 1%. Esto quiere decir que el valor añadido de nuestros vinos exportados decrece y que la inmensa mayoría son graneles que vendemos, entre otros, a nuestros vecinos franceses e italianos. Estas cifras, acompañadas por el eterno descenso del consumo nacional de vino español, configuran una situación preocupante. .De ahí la pregunta: ¿hacia dónde va el mundo del vino?

Tenemos, por una parte, bodegas que han encontrado su camino en el exterior y que han aprovechado la crisis para consolidar mercados extranjeros porque su mercado natural de vino español había desaparecido. Tenemos, por otro lado, bodegas fuertemente consolidadas en el mercado nacional que no han necesitado de tanto apoyo exterior para sobrevivir y tenemos, igualmente, bodegas cuya producción es tan baja que no encuentran excesivas dificultades para colocar su producción de año en año. Pero sería conveniente dar un paso atrás para contemplar con mayor amplitud el panorama general: si no somos capaces de generar un potente mercado interior basado en una nueva cultura del vino español, el futuro se convertirá para muchos en un lugar sombrío. España cuenta con cerca de un millón de hectáreas dedicadas al cultivo de la vid y con miles de viticultores que dependen de las bodegas para colocar su producción. De la correcta estrategia que tomen los productores en los próximos años dependerán miles de puestos de trabajo y la supervivencia de pueblos y familias.

Nos enfrentamos a la vieja disyuntiva entre calidad y cantidad aunque ambos conceptos no son excluyentes. Que se lo pregunten a los italianos, que producen alguno de los vinos más maravillosos del mundo y al mismo tiempo son capaces de colocarnos subproductos vinícolas en el lineal de nuestros supermercados más cercanos. Si el vino español se decanta por la batalla de la cantidad, iremos a una guerra llena de enemigos que han fortificado sus posiciones hace años. Si la elección es la calidad tendremos que modificar paulatinamente los hábitos seculares de muchas zonas vinícolas de nuestro país, graneleras de corazón y costumbre. En cualquier caso, es fundamental acompañar todos esos esfuerzos con el más importante: educar en el vino, enseñar el amor por el vino, llevar a nuestros jóvenes a las bodegas para que comiencen a apreciar este milenario alimento y puedan transmitir a las futuras generaciones este pedazo de civilización que nos legaron nuestros mayores, un legado que ahora está en nuestras manos como depositarios y que estamos obligados a traspasar en su debido momento. Si lo hacemos, el vino español no sólo tendrá presente sino futuro.

Ir arriba