El spot de la navidad: Ikea y su carta

 

Pocos spots de televisión, nos pueden causar un impacto tan original y tierno. La multinacional del mueble y la decoración, nos ofrece un anuncio navideño, realmente hermoso, lleno de momentos bonitos, a la vez que con un mensaje, que cala profundamente en el corazón de cada uno de los que lo visionan.

A veces damos demasiada importancia, a hacer regalos materiales a los niños y familiares. Pero, ¿hemos pensado si realmente es lo que nos están demandando? He sido siempre defensor de las relaciones familiares y sobre todo de la entrega que debemos hacer cada día del año. Porque es muy fácil desearse en éstos días felicidad, paz, amor y armonía, pero, ¿y el resto del año? Los bienes materiales, cuando uno parte hacia otros mundos vitales, se quedan en la tierra –a la que volvemos porque de ella hemos nacido-. Por tanto, la acumulación desmesurada de bienes no es del todo correcta, porque verdaderamente, los objetos, son eso, figuras representativas, que de una forma u otra nos posibilitan la existencia, pero que la más de las veces, no nos aportan la felicidad al completo.

¿Cuál debe ser el espíritu de todos los días del año? El mundo de la prisa, nos hace, dejar de lado lo que de verdad nos importa. Los niños –y los mayores-, están necesitados de cercanía, proximidad, roce, atención y sobre todo, algo que hemos perdido: comunicarnos. Una sencilla llamada de teléfono –ahora que tenemos tantas posibilidades-, puede alegrar a más de uno. Compartir un juego con un niño, es quizás más importante, que regalarle miles de juguetes, porque el niño, en su proceso de sociabilidad, necesita compartir los juegos con sus progenitores. Hay veces, que es más sencillo y cómodo, aparcar al niño que compartir con él sonrisas, juegos y conversaciones. Los niños, en su corta edad, necesitan de los padres –y de los abuelos-, para complementar su proceso vital. Jugar, es la mejor forma para educar. Aprender, no solo es leer o escribir, o hacer números. Todo eso es importante, pero el juego compartido con los adultos, provoca en los niños, una serie de sensaciones irrepetibles, muy positivas y que confortarán tanto al adulto como al propio niño.

Hay algo que nuestra cultura valenciana y europea, ha dejado de lado: reunirse para contar cuentos en común. La tradición de los cuentos, provoca en cada uno de nosotros, algo que es muy importante: el desarrollo de la imaginación. Cuando narramos un hecho, estamos potenciando toda una serie de sensaciones imaginativas, que provocan placer, sosiego y tranquilidad. Reunirse alrededor de una chimenea y compartir vivencias en forma de cuento, nos va a dejar un sabor realmente agradable. Se trata de hacer que todos formemos ese momento mágico un gran círculo, en el que todos participen. Nadie debe ser ajeno a las historias, narradas con esa ilusión que debemos imprimir en nuestras narraciones.

Estos momentos, son irrepetibles para los niños y los adultos. El juego compartido, potencia valores, que siempre quedarán en el subconsciente del niño.

Ellos reclaman nuestra atención, porque se encuentran desprotegidos. Los progenitores, han pasado a ser meros gestores de la vida del niño, al cual se le imponen mil y una tareas, con tal de no tener que aguantarlos. ¿Para que los has tenido? Todos tenemos derecho a una infancia feliz, a compartir con nuestros padres, momentos irrepetibles, que provocarán en cada uno de nosotros, sensaciones especiales. Educar, como ya hemos apuntado, no es hacer acopio masivo de conocimientos, sino que es compartir experiencias positivas en el proceso de aprendizaje de cada uno de los que forman una unidad familiar nuclear.

El spot de Ikea , nos está mostrando una realidad. ¿Qué carta preferís que cursemos? La respuesta es la de los padres. Esto nos debe hacer reflexionar, porque las personas, estamos necesitadas de cariño, afecto, roce y comunicación. Es más bonito jugar en el patio de casa, a la pelota –balompié, baloncesto, voleibol-, al sambori, a las gomas, el pañuelo, las carreras de sacos, las cucañas, las palas, el yoyo, la trompa, la cuerda … que dejar al niño frente a la caja tonta o a la play, porque estamos provocando que se relacione con otros niños, aumentando el proceso de socialización.

Y una última consideración: antes de hacer un regalo, pensemos que vamos a regalar. Nada de juguetes bélicos –recibimos al día más de mil impactos visuales de guerras y revueltas-, que provocan brutalidad. Una sencilla pelota, unas marionetas –de cuerda o de mano-, un juego de parchís, ajedrez, oca, damas, unas cartas –los naipes y juegos españoles son muy importantes- o los sencillos y siempre gratos juegos de mesa. Con ello estamos aprendiendo, mientras jugamos.

Ese es el sentido del spot de la multinacional sueca. Acertado, ponderado y que nos ha servido para reflexionar.

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