Frases que no debes decir a tus hijos pequeños

Frases que no debes decir a tus hijos pequeños. En nuestro día a día, el cansancio, el estrés o incluso problemas en nuestro entorno laboral hacen que a la hora de comunicarnos con nuestros hijos pequeños, utilicemos frases o expresiones que además de no conseguir su fin, empeoran la situación que se vive en ese instante consiguiendo unos efectos contraproducentes que pueden derivar en problemas psicológicos de los menores.

Cuantos de los que tienen hermanos mayores han escuchado en alguna u otra ocasión la frase… «Si te parecieras más a tu hermano…». En esta frase estamos haciendo comparaciones entre dos personas, hermanos/as, que deben ser cómplices de sus experiencias y no competidoras al unísono por una u otra forma de comportamiento. La comparación entre hermanos en vez de producir el efecto “modelo” que muchos padres y madres pretenden, genera el resentimiento por parte de uno de los hermanos y un falso egocentrismo por parte del otro. No debemos olvidar que todos somos seres únicos y especiales, con cualidades y defectos peculiares.

Otra frase de las que algunos padres y madres suelen hacer un uso indebido es la de “Nunca haces nada bien”, esta pequeña frase pero atronadora produce en el menor la sensación que en sus quehaceres diarios es un desastre y, en vez de producir un efecto reparador a su pequeña equivocación o descuido, conlleva al efecto contrario, lo que entendemos en psicología como Indefensión Aprendida (el/la menor deje de experimentar y ensayar por si solo/a experiencias sobre las cuales debe aprender a través del ensayo y el error).

Cuántas veces muchos padres y madres caen en el descuido de faltar el respeto a sus hijos/as con expresiones como «Pero eres tonto…”; si algo tenemos que tener muy en cuenta es que nuestros hijos al menos en la primera y segunda etapa de sus vidas (hasta los 12-14 años) creen todo lo que les decimos ya que somos su fuente más confiable de información y de apego. Con expresiones como estas dañamos su autoestima en vez de tratar de hacer notar sus puntos fuertes.

«Me avergüenzas», esta sería otra expresión que muchos progenitores emplean con sus hijos/as cuando estos reclaman su atención gritado, corriendo, etc., independientemente de que estemos en público o no. Lo mejor postura para estos casos es la indiferencia puntual y una la posterior charla en privado con los menores mostrándoles y explicándoles el respeto que deben tener delante de otros adultos y el uso del turno de la turno de palabra.

Otras veces los hijos consiguen sacar a sus padres de quicio y estos se olvidan que ellos, los niños/as no tienen sus inquietudes y problemas cotidianos. Del resultante de ese acoso y derribo por parte de los menores hacia sus padres, hace por parte de estos el uso de otras expresiones como «Me tienes hasta… o, ya no te quiero».

Con estas expresiones y casi sin percatarnos estamos actuando como modelos a seguir por ellos y conseguiremos el efecto boomerang, cuando ellos tengan la capacidad de razón y por ejemplo no quieran comer o hacer los deberes y les motivemos a ello, tendremos como respuesta las mismas expresiones que hemos utilizado con anterioridad “ya no te quiero”…

Si en algo se caracteriza la infancia es en el llorar; cuando los menores expresan sus preocupaciones, disgustos o miedos a través del llanto no hacen más que comunicarse con las primeras herramientas que tienen a su alcance. Es un error muy común en los adultos que les digamos «No llores, que no es para tanto…», y sin darnos cuenta no valoremos que ellos no son todavía capaces emocionalmente de calmarse por sí solos como podría hacerlo un adulto y, que necesitan de nosotros de alguna manera para conseguir ese fin. Nunca debemos minimizar sus problemas o miedos ya que para ellos son verdaderos conflictos internos que pueden acarrear secuelas a alargo tiempo. Nuestra función como padres es la de ayudarles a superar ese conflicto de la manera más saludable y sencilla para él o para ella, a través de una escucha activa, protección y bienestar.

Y por último una frase que desgraciadamente en alguna ocasión los profesionales de la Mediación Familiar los psicólogos, hemos tenido que “padecer” escucharla por parte de algún progenitor… «Ojalá nunca hubieras nacido…» o “Me has arruinado la vida”, estas pueden ser unas de las peores expresiones que un padre o madre hagan uso y generalmente son expuestas en periodos de rupturas traumáticas sentimental de los progenitores, utilizando a los menores de escudo de sus propias miserias. El efecto en el menor es tan letal, que produce grandes problemas psicológicos de autoestima y lo que es peor en muchas ocasiones, conlleva al intento de suicidio por parte de estos.

Texto por Tony Crespo

Ir arriba