La adicción al móvil en la sobremesa ya tiene nombre: ‘phubbing’

Se trata de uno de los fenómenos más llamativos y, sin embargo, socialmente aceptados en los últimos años. Estas fiestas navideñas ha podido verse en cafeterías, restaurantes, cenas familiares o desayunos con los amigos. A raíz de la eclosión de los ‘smartphones’ con infinidad de funcionalidades a nivel de usuario, cada vez es más habitual ver dicha escena repetida: la de dos o varios interlocutores sin la posibilidad de comunicarse de forma normal debido a la adicción al teléfono.

El idioma inglés tiene desde hace unos meses ya la palabra y definición adecuadas para este fenómeno. El ‘phubbing’ -cuyo término surge de la unión entre los conocidos ‘phone’ (teléfono) y ‘snub’ (menospreciar)– se define en el diccionario como «el acto de ofender a un interlocutor en un acto social mediante la consulta de un teléfono móvil o dispositivo electrónico en lugar de prestarle atención a el/ella».

Los entornos urbanos presentan cada jornada infinidad de situaciones en las que este fenómeno se repite. Existen varios niveles de ofensa dentro del ‘phubbing’: aunque en ambos casos el afectado pasivo puede sentirse desplazado por el teléfono móvil, no es lo mismo que ocurra con una persona que consulta su ‘smartphone’ por motivos laborales que otro que simplemente se dedica a actualizar su estado en una red social o a chatear despreocupadamente, en lugar de dejar a un lado su aparato y centrarse en la conversación con su interlocutor.

El ‘phubbing’ empieza a ser estudiado y considerado como una de las enfermedades de nuevo cuño más preocupantes entre los ciudadanos. El doctor Borges Aguilar, especializado en Conductas y Humanidades, ha llegado a comparar recientemente esta conducta a la adicción que provocan los cigarrillos. Incluso, afirmó que una persona pasa por las mismas fases que generan las adicciones a la nicotina a la hora de intentar separarse de su teléfono: síndrome de abstinencia, el miedo, el constante pensamiento en el dispositivo, e incluso dolores de cabeza, mareos y náuseas.

Evidentemente, hay personas que han acabado hartas de tanto telefonito. El australiano Alex Haigh decidió que había que actuar: con sólo 23 años, decidió iniciar un movimiento para combatir una de las manías más extendidas en las sociedades modernas: a través de su página web, los ‘anti-phubbers’ pretenden concienciar a la población de las consecuencias negativas que tiene sobre la convivencia social esta adicción al teléfono.

Algunas de las estadísticas que aportan en sus denuncias aluden a que se puede presenciar 36 casos de ‘phubbing’ de media por restaurante a diario; que aquellas ‘víctimas’ de esta maleducada costumbre perciben peor el sabor de su comida en un 97% de los casos; o que el 87% de los adolescentes prefieren chatear entre ellos que hablar cara a cara.

También establecen un ranking de las ciudades donde esta práctica es más común -ninguna urbe española forma parte del ‘top 20’- y animan a la gente a señalar y denunciar públicamente a los ‘phubbers’ para que, avergonzados, dejen a un lado su adicción al teléfono en cualquier evento social.

El phubbing, uno de los males de la sociedad actual

La adicción al móvil en la sobremesa ya tiene nombre: ‘phubbing’

Sentarse a comer con tu pareja, con un compañero, con un amigo, con los colegas del trabajo. Y ver cómo tu interlocutor, en infinidad de ocasiones, presta más atención a su teléfono móvil que a ti. La adicción al ‘smartphone’ en comidas, reuniones u ocasiones especiales ya tiene nombre: el ‘phubbing’. Varias plataformas y webs han iniciado un movimiento de denuncia contra esta práctica.

Se trata de uno de los fenómenos más llamativos y, sin embargo, socialmente aceptados en los últimos años. Estas fiestas navideñas ha podido verse en cafeterías, restaurantes, cenas familiares o desayunos con los amigos. A raíz de la eclosión de los ‘smartphones’ con infinidad de funcionalidades a nivel de usuario, cada vez es más habitual ver dicha escena repetida: la de dos o varios interlocutores sin la posibilidad de comunicarse de forma normal debido a la adicción al teléfono.

El idioma inglés tiene desde hace unos meses ya la palabra y definición adecuadas para este fenómeno. El ‘phubbing’ -cuyo término surge de la unión entre los conocidos ‘phone’ (teléfono) y ‘snub’ (menospreciar)– se define en el diccionario como «el acto de ofender a un interlocutor en un acto social mediante la consulta de un teléfono móvil o dispositivo electrónico en lugar de prestarle atención a el/ella».

Los entornos urbanos presentan cada jornada infinidad de situaciones en las que este fenómeno se repite. Existen varios niveles de ofensa dentro del ‘phubbing’: aunque en ambos casos el afectado pasivo puede sentirse desplazado por el teléfono móvil, no es lo mismo que ocurra con una persona que consulta su ‘smartphone’ por motivos laborales que otro que simplemente se dedica a actualizar su estado en una red social o a chatear despreocupadamente, en lugar de dejar a un lado su aparato y centrarse en la conversación con su interlocutor.

El ‘phubbing’ empieza a ser estudiado y considerado como una de las enfermedades de nuevo cuño más preocupantes entre los ciudadanos. El doctor Borges Aguilar, especializado en Conductas y Humanidades, ha llegado a comparar recientemente esta conducta a la adicción que provocan los cigarrillos. Incluso, afirmó que una persona pasa por las mismas fases que generan las adicciones a la nicotina a la hora de intentar separarse de su teléfono: síndrome de abstinencia, el miedo, el constante pensamiento en el dispositivo, e incluso dolores de cabeza, mareos y náuseas.

Evidentemente, hay personas que han acabado hartas de tanto telefonito. El australiano Alex Haigh decidió que había que actuar: con sólo 23 años, decidió iniciar un movimiento para combatir una de las manías más extendidas en las sociedades modernas: a través de su página web, los ‘anti-phubbers’ pretenden concienciar a la población de las consecuencias negativas que tiene sobre la convivencia social esta adicción al teléfono.

Algunas de las estadísticas que aportan en sus denuncias aluden a que se puede presenciar 36 casos de ‘phubbing’ de media por restaurante a diario; que aquellas ‘víctimas’ de esta maleducada costumbre perciben peor el sabor de su comida en un 97% de los casos; o que el 87% de los adolescentes prefieren chatear entre ellos que hablar cara a cara.

También establecen un ranking de las ciudades donde esta práctica es más común -ninguna urbe española forma parte del ‘top 20’- y animan a la gente a señalar y denunciar públicamente a los ‘phubbers’ para que, avergonzados, dejen a un lado su adicción al teléfono en cualquier evento social.

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