La Arcadia en la dársena del puerto

Mientras los grupos municipales en el ayuntamiento de Valencia andan a la greña al no coincidir en sus planteamientos sobre el futuro plan para la dársena del puerto de Valencia, que parece ser ha sido ya aprobado, se presentaba en la Librería Ramón Llull un proyecto urbanístico y arquitectónico de investigación para la rehabilitación de ese espacio de la ciudad en el cual una joven arquitecta valenciana, Miriam Bermejo, ha empleado casi dos años de su vida.
Ella es consciente de que su proyecto no verá la luz jamás y, por tanto, y para que no quedara en el olvido, decidió reconvertirlo y utilizarlo como excusa a modo de conferencia multidisciplinar para reflexionar sobre el espacio urbano y la toma de conciencia de nuestro entorno. Lejos del parque temático comercial en el que quieren convertir la dársena del puerto, la idea que sobre ese espacio tiene Miriam conjuga varias disciplinas: el urbanismo, la poesía y la psicología, las tres materias en las que se basa su manera de entender la propia arquitectura.
Su proyecto “Let the seasons begin” (Deja que las estaciones comiencen). Paisajes habitables se basa en la etimología de la palabra “dársena” que proviene del árabe dār aṣṣinā’ah, dar que significa “casa”, as que significa “de” y sina que significa «arte», es decir, la casa del arte, de la artesanía. Y como si de una obra de arte se tratara su proyecto y el espacio que contempla, y tratándolo de una forma poética, las estaciones comienzan… Explica Miriam que en su proyecto la primavera es la página en blanco, el principio; el verano es la culminación de todas las ideas; el otoño la corrección, ningún proyecto es perfecto y el invierno el recogimiento.
El proyecto de la dársena del puerto de Valencia de Miriam es en sí mismo una Arcadia, porque nunca se materializará y porque –según ella misma nos comenta-, integra y dinamiza el barrio de Nazaret y el Cabañal, porque considera que el cemento (los edificios) no resuelven el problema de esa zona; porque imagina formas de acceder y conectarse con el puerto de una manera eficaz y sostenible; porque conecta el norte y sur de la ciudad; porque evita que la ciudad esté separada por el río y recupera el agua como elemento integrador, a través de canalizaciones, pasarelas, transversales y piscinas de agua salada. “La Naturaleza -afirma-, vuelve a recuperar el espacio que le pertenece”.
Y Porque, en definitiva, es un proyecto que piensa en las personas que han de habitarlo.
Miriam Bermejo califica la arquitectura en la que cree de “ambiental”, es decir, se basa “en establecer relaciones esenciales entre los objetos arquitectónicos y el lugar”, al tiempo que es “capaz de comunicarse y establecer lenguajes con el ser humano y sus modos de habitarla, tiene por principio generar espacios en comunión con el clima, la luz y la sombra, el paisaje autóctono, el ahorro energético, los movimientos y necesidades sociales y el equilibrio natural-artificial”. Añade: “es capaz de proporcionar vivencias experienciales y fenomenológicas a las personas que los habiten o visiten haciéndoles disfrutar de la vida allí adentro como un lugar desde donde ver de un cierto modo el mundo y estar activamente presente en él.” Lo dicho, una Arcadia o pura poesía para los tiempos que corren.

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