Óleos, coplas y cuplés en el Carmen

Estas exposiciones de esencia fina en tarros pequeños concentran un aroma que quedaría diluido en los largos pasillos de las pinacotecas. La pequeña sala Institución Sorolla del Centro del Carmen acoge hasta el próximo 12 de enero una muestra cuyo título es más largo que su contenido: ‘¡Pisa morena! Cuplé, copla y baile en época de Sorolla’. Cuatro mitos femeninos de la España que transitó del siglo XIX al XX, vistas por los ojos de otros tantos artistas.

Ellas son Raquel Meller (1888-1962), Pastora Imperio (1887-1979), Concha Piquer (1908-1990) y Sara Montiel (1928-2013). Y ellos: Joaquín Sorolla (1863-1923), Mariano Benlliure (1862-1947), Manuel Benedito (1875-1963) y Antonio de Felipe (1965).

La muestra, enmarcada dentro del 150 aniversario del nacimiento de Joaquin Sorolla, invita al espectador a aproximarse a la cultura popular de aquella época, dignificada y ensalzada por esas cuatro mujeres inigualables, artistas del baile, el cuplé y la copla. Triunfaron entre las clases populares, que recitaron e inmortalizaron sus letrillas, y entre las capas altas de la sociedad, incluida la realeza. Respetadas por el gran público y la intelectualidad fueron inmortalizadas por los mejores artistas de sus correspondientes generaciones.

Hasta aquí la excusa, bendita excusa para dejarse hechizar por las miradas de esas dos veinteañeras. Raquel Meller posa para Sorolla con un vestido blanco, en sus mil tonalidades blancas, ataviada con una pamela y una cinta negra que le enmarca el rostro, ese rostro altivo que comparte con su compañera de sala, Concha Piquer. Raquel irradia juventud. No en vano el lienzo data de 1918, cuando Francisca Marqués López (su nombre real) ya ha cumplido los 20 años y es conocida por cantar ‘El Relicario’ y ‘La Violetera’ en los teatros de Barcelona y media España. Está a punto de casarse y en pocos años conquistará Estados Unidos y cautivará a Charlie Chaplin.

La valenciana Concha Piquer posa también con 20 años para su paisano Manuel Benedito. Es 1926. Ya sabe lo que es cantar en los teatros de Broadway y ha coqueteado con los inicios del cine sonoro. Ese aire altivo y orgulloso la acompañó en toda su vida y su obra. El lienzo fue adquirido recientemente por el Banco Sabadell en una subasta, a instancias de la Generalitat, recordaba este miércoles Felipe Garín, director-gerente del Consorcio de Museos de la Comunitat.  La institución Joaquín Sorolla de Investigación y Estudios conocía de la existencia de este cuadro, del que se conserva muy poca documentación. Será depositado una vez finalice la exposición en el Museo de Bellas Artes San Pío V.

Tiene tal magnetismo ese cuadro del pintor Benedito que dejarlo en la casa natalicia de la calle Ruaya  hubiera sido un crimen. No podría haberse quedado almacenado entre baúles y discos de vinilo. Es el arte de una artista visto por otro artista. Y qué mejor lugar que el San Pío V.

Las dos veinteañeas eclipsan al resto en esa pequeña sala. Pastora Imperio está presente en dos pequeñas figuras de cerámica, una esmaltada y la otra con cubierta metalizada, nacidas de las manos de Mariano Benlliure en 1933. El alicantino Museo Bellas Artes Gravina (Mubag) sí contó durante la anterior exhibición de esta exposición con el retrato de Pastora Imperio, realizado por José Villegas en 1904 y propiedad de un particular. Pero se ha quedado sin venir a Valencia. Una lástima. Pintada con un mantón rojo que resaltaba su figura y a pesar de las agresivas facciones de su rostro, Pastora hubiera plantado cara a Concha y Raquel. Un duelo de egos en cuatro palmos cuadrados.

¿Pero no eran cuatro? Cierto, el temor a una pared desnuda en la sala parece ser la única razón para que el rostro de Sara Montiel, plasmado en un acrílico de Antonio de Felipe, con su cansino toque pop, haya entrado con calzador en la pequeña muestra. ¿Lo valía la artista del Campo de Criptana? Sí. Sin duda, su carrera lo merece. ¿Tenía que ser Antonio de Felipe? No, sin duda. La presencia del artista valenciano chirría en esas cuatro paredes. Afortunadamente, la mirada de Raquel Meler y Concha Piquer es tan embriagadora que ni siquiera recuerdas que tienes a tu espalda la obra de Antonio de Felipe.

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