Schweik, el tonto más listo

“El buen soldado Schweik”, como es sabido, es el personaje central de una novela de humor, compuesta a medias con amargura e ironía, que el escritor checo Jaroslav Hašek publicó entre 1921 y 1922. Originalmente la obra lleva por título “Las maravillosas aventuras del buen soldado Šchweik durante la Guerra Mundial” y, según los críticos, cuentas las propias aventuras y desventuras del autor durante el conflicto que conmocionó a Europa entera entre 1914 y 1918.

El soldado Schweik, el protagonista, es un personaje conmovedor. Porque queriendo ser obediente, mostrándose siempre dispuesto a cumplir las ordenanzas, reglamentos, normas y órdenes recibidas, el destino se las arregla para que su choque con la realidad sea continuo. Así las cosas, las broncas, los arrestos, las estancias en el calabozo, serán el modelo de vida habitual de un soldado que se empeña en cumplir y dice que sí a todo, con la mirada puesta siempre en la Patria y el Emperador.

La primera desventura del soldado empieza el mismo día de 1914 en que se asesina en Sarajevo al archiduque Francisco Fernando y él pronostica que va a haber guerra de un  momento a otro. Realmente, ese fue el episodio que desencadenó el conflicto. Pero Schweik es detenido, por antipatriota y derrotista; un hecho que termina con él en un manicomio, después de haber pasado por las manos de toda clase de oficiales médicos que, cuando escuchan sus palabras, siempre lógicas, acertadas, obedientes y razonables, creen tener delante a un idiota sin remisión.

El contraste del “soldado tonto” con un mundo militar donde impera la arbitrariedad y el trato injusto bajo la capa convencional del patriotismo y el ardor guerrero, es una constante de la novela. Que se convirtió en muy pocos meses en un éxito similar al que, en Estados Unidos, acompañó la publicación de “Los cuatro jinetes del Apocalipsis”, de Vicente Blasco Ibáñez.

Si el escritor valenciano cargó contra el imperialismo alemán hasta hacer una defensa del pacifismo o el antibelicismo, el escritor checo, por la vía amarga del humor, consiguió los mismos fines y consagró su obra como una pieza clave de la literatura en lengua checa a base de cargar la mano contra el militarismo del imperio austro-húngaro al que sirvió. Por desgracia, Hasek, que había previsto escribir una novela en seis tomos, solo pudo ver publicados los cuatro primeros, que habitualmente se condensan en dos en las ediciones actuales.

El autor, venerado por el pueblo checo, que en 1918 se desgajó del imperio vienés y cobró su identidad por vez primera en la historia, murió en el año 1923, víctima de la tuberculosis. Al éxito de la obra contribuyó, en la primera edición, las ilustraciones de Josef Lada, que creó unos monigotes sencillos pero eficientes y consagró la figura visible de un Schweik gordito y bobote, desde luego nada marcial, con el pelo siempre rapado, una gorra demasiado grande y un abrigo de corte desgarbado. Esa imagen quedó acuñada para las ediciones posteriores y para las diversas películas que se han ido haciendo en torno al personaje, desde el cine mudo de los años veinte.

La imagen de Schweik la vamos encontrar en toda la antigua Checoslovaquia, pero sobre todo en Praga, la ciudad que le adora. El muñeco sirvió para hacer también crítica de los años de régimen comunista e influencia soviética; y para ponderar, sobre todo, el valor de la libertad individual frente a los colectivismos, los gregarismos y los militarismos de todo tipo. Así, no es rato que el monigote del “buen soldado” esté sentado en una terraza, tenga monumentos en no pocas ciudades o aparezca en postales, pegatinas, imanes de nevera y tazas. Schweik, bonachón y amable, acompaña al turista allá donde vaya. Y acepta de buen grado una cerveza o un buen vaso de vino caliente.

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