Sopa de Ganso

Me llega un mensaje. Un grupo de amigos me invita a unirme a un proyecto de lo que se conoce como Teaming: unir muchas pequeñas voluntades, gente de todos los contextos, para donar un euro al mes a una buena causa y marcar la diferencia. Un euro al mes. Un proyecto digital.

“Con la que está cayendo”, me dice mi amigo Pavel al otro lado del teléfono, “urgen nuevas formas de cambiar las cosas, de ser solidarios y hemos creado Sopa de Ganso pensado en que se convierta en uno de los mayores grupos de Teaming de España”.

Sopa de Ganso tiene como objetivo aprovechar la viralidad de lo digital para recaudar fondos destinados a proyectos de caridad. En dos días, una veintena de personas de diferentes puntos de España se ha comprometido ya a donar un euro al mes. 

Los promotores de la idea aspiran a que en unos meses sean miles. Tienen un segundo objetivo: que cada uno de los euros recaudados sirva para mejorar un poco las vidas de los damnificados por el tsunami económico que vivimos. 

Valencia aparece, a ojos de muchos, con una necesidad creciente de ayuda. Y así, me cuentan que han decidido que los primeros 1.000 euros que recaude el proyecto irán a parar a Casa Caridad.

En la vida, decía Blasco Ibáñez, don Vicente, el olvido y la esperanza son las dos fuerzas que nos ayudan a vivir.
En Valencia, como tantas veces, nos sobra olvido y nos falta esperanza. Pero hay quien la ofrece a capazos. Casa Caridad hace la diferencia para cientos de valencianos, cada día, desde hace años. La diferencia que no hacen ni organismos públicos ni tantos otros. La ONG da de comer cada día a más de 1.000 valencianos que, de cualquier otra forma, pasarían hambre.

¡Hambre en Valencia! Menudo concepto tan extraño hace unos años. Uno, que ha dado un par de vueltas por el mundo bolígrafo en mano, ha visto hambre en México y en Indonesia, pero la verdad es que la mera idea de que aquí pudiera ocurrir eran tan extemporánea que ni la contemplábamos. Sin embargo, según el último informe provincial de Cáritas, más de 101.000 personas necesitaron su acogida el año pasado. 30.000 de ellas, niños y niñas. La Valencia que creíamos hace unos años que íbamos a ser y la que somos hoy en día no se parecen.

Aprender de la crisis, preguntarnos qué hemos hecho mal, es importante. Pero es aún más importante gestionar las consecuencias. El olvido sería imperdonable. La esperanza de que podemos ser mejores la ponen el Programa de Asistencia Nutricional a Menores de la Diputación de Valencia, que va a dar de comer este verano a más de 2.500 niños, los comedores que a atienden a 126 niños en los dos colegios que el Ayuntamiento de Paterna ha habilitado para ello, o los ciudadanos digitales a través de proyectos como Sopa de Ganso.

Superemos el olvido, ese mal tan nuestro, hasta que ningún valenciano pase hambre. No se trata de ser generosos sino de contribuir a la esperanza. Si como valencianos, no estamos unidos ahora como pueblo, no lo estaremos nunca.  Si tengo que hacer una recomendación para el verano, que sea ésta: hagan teaming. Y gracias.
 

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