William Vansteenberghe, Experto en Inmigración. Aquarius, el frio cortante de las olas

Canadá o la puerta de atrás, CETA?.

Resulta sorprendente que en nuestro país la gente de bien haya estado manifestando contra el TTIP, el famoso acuerdo de libre comercio con los EEUU, pero sin embargo participe del sospechoso silencio que planea sobre un acuerdo  de similares características con Canadá, el mucho menos conocido CETA.

Que son estos acuerdos de nueva generación presentados por los liberales y conservadores y los que no saben diferenciar entre la mano izquierda y la derecha, ya que se les acuña de nuevos y revolucionarios y, absolutamente necesarios para el desarrollo de ambas partes. En apariencias  si uno lee solo la letra grande, permite no solo los intercambios comerciales sino la creación de una legislación común que favorezca las dos partes. Solo con eso nos preguntamos por qué tanto revuelo y porque todos los indeseables de la tierra están en contra. Fácil, este acuerdo es más provechoso para el que tenga más peso en la ecuación, a todos no se nos escapa que nunca es la UE, que no es capaz ni de uniformizar las matriculas de sus coches en todo su territorio. Además favorece de entrada, hasta que no existan los cambios legislativos pertinentes y más exigentes de la UE, al que tiene los más laxos, en término de salud, protección medio ambiental, protección del trabajo, y de los interlocutores válidos en caso de litigio entre  las partes.

Con la firma del CETA, el Canadá, curiosamente asimilado a un estado progresista y buena gente, y cuya legislación fotocopia a la Estadounidense sin rubor ya que entre los dos países ya existe un acuerdo similar el NAFTA-TLC, que ha permitido al país del arce embolsarse millones de dólares americanos por el abandono de un proyecto de oleoducto que favorecía sus intereses pero que hasta los americanos han rechazado por producir agresiones insalvables en territorios de alto valor ecológico, una campaña puesto en marcha por artistas, como por ejemplo Neil Young, canadiense por cierto, y miles de personas inteligentes lo acaban de parar, lo que ha permitido al Canadá reclamarle a los EEUU en tribunales privados y no en un acuerdo bilateral, una indemnización millonaria, ¿quién gana? El que incumple.

Otro de los elementos interesantes es la clara contradicción entre las esencias que motivan a los dos bloques: a la hora de enfrentarse a un problema sanitario: en el caso de las vacas locas, la virtud europea es la de paralizar la carne antes de que se demuestre su nocividad de forma científica, si bien el costo económico es mayor en caso de equivocación, la prevención salvaguarda a su población de todo riesgo aunque sea hipotético. En el caso de nuestros lejanos vecinos del Oeste, ellos actúan de forma contraria, hasta que no se demuestre la peligrosidad del producto, no paralizan la venta ni la exportación, en el caso de las vacas locas o el exceso de antibióticos en algunos productos serían consumidos por muchas personas hasta que la ciencia aclarase la necesidad de parar. En un acuerdo de este tipo, ¿cuál de las dos filosofías se impondría? La respuesta es clara.

Más. Millones de toneladas de carne canadiense llegarían a nuestras costas, con criterios de control mucho más laxos en término de salud, de sostenibilidad del producto y todo ello por un menor precio, lo que dificultaría aún más la ya de por si triste situación de los ganaderos europeos que raya lo insostenible.

Además nada impediría al Canadá vender un petróleo más barato en dinero y mucho más caro en salud ambiental ya que proveniente del fracking, oneroso para la naturaleza y en el gasto de agua que requiere.

¿Y para qué todo esto?, pues el último informe de las ventajas de este acuerdo, data del 2008, y estima el crecimiento del PIB a un 0’08%, lo que significa una ganancia de 2 euros al mes por habitante europeo, ni el rey Midas podría esperar tanto beneficio, y todo ello en una escala de 10 años de vigor del tratado.

Para el final, la situación laboral, Caterpilar en Canadá despidió la mitad de su plantilla para abaratar costes, la otra fue obligada a aceptar una reducción de un 50 % de su salario, para perderlo todo algunos años después, cuando la empresa se deslocalizó a Méjico a la búsqueda de salarios más baratos aún. Así es la visión empresarial de más allá del Atlántico.

Los Valones con su resistencia a este acuerdo están haciéndole un gran favor a los trabajadores europeos, pero en nuestro país la derecha apoya el tratado, poco porque sabe que añadirá problemas a la agenda muy delicada de la reconversión agrícola y ganadera española, pero el silencio absoluto de la izquierda tanto de los que quieren la calle como los que se miran el ombligo a ver de color es, me parece imperdonable, ya que reaccionar tarde contra los lobbies, es de suicidas. Peor aún los periódicos nacionales  defienden la equidad del tratado, aduciendo que los cambios que exigen un poco más de tres millones de Valones, región que sabe de abusos globalizadores ya que arruinados por dos oleadas de este inicuo sistema de responsabilidades, ya están resueltos favorablemente en el tratado, sin recalcar los daños medioambientales que se promocionarían en el caso de comprar canadiense, o la triste situación laboral que impera en este país, por una mentalidad productiva que raya lo denunciable. Menos mal que parte de la prensa gala, LIBERATION, por ejemplo destaca la resistencia numantina de esta pequeña región europea que recoge en su historia bastante más experiencia que el resto de la Unión, que desde su ignorancia aplaude con tres manos todo lo que brille y se pueda almacenar en un cofre.

Ni una palabra de apoyo a los partidos de izquierda valones que están implicados en un NO increíble que tiene paralizado a Canadá y a la UE, por una vez que actúa David, en vez de Goliat, ni nos enteramos.

Autor: William Vansteenberghe, Experto en Inmigración, Cohesión Social

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